Bien pero...

Con respecto a mis anteriores comentarios hay cosas que no me gustaron. Cuando me dijeron que íbamos a este restaurante me alegré mucho, pues las 2 veces anteriores mucho había disfrutado.
En esta ocasión fuimos a cenar, y en vez de repartir la clientela entre los 2 pisos la concentran en el piso de abajo. Quizás para el restaurador sea más funcional, pero para el cliente desde luego es más incómodo: la distancia entre mesas corta, comedor enormemente ruidoso y animado además por un gran aparato de TV, suerte que sin sonido.
Del resto se mantiene la estupenda oferta de pescado fresco: tomamos berberechos, gambas gabardina y pulpo a la gallega de entrantes para compartir. De segundos merluza y rodaballo a la plancha, en su punto perfecto de preparación.
Pan de un tipo, "de pueblo", está bien.
Postres clásicos y de poca complicación (helados, sorbetes...).
Carta de vinos basada principalmente en Rioja y Ribera, a precios que han subido bastante desde mi visita anterior (43€ el Aalto) siendo todavía correctos. El problema es que al día siguiente, repasando la cuenta nos dimos cuenta que nos habían cobrado 2 botellas de Aalto, cuando sólo habíamos consumido 1,...
Este fallo en un restaurante de 75€ por persona me parece muy, muy grave.
Servicio muy profesional, pero con una particularidad que vi en otro local al día siguiente: o camareros de toda la vida a punto de jubilarse o camareras extranjeras (sudamericanas principalmente) muy jóvenes, no hay término medio.

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