Lo mejor, sin lugar a dudas, es el entorno, pues está en pleno parque natural del Desert de les Palmes, para mí uno de los enclaves más bonitos que conozco. Con los Picos de Santa Águeda y el mar en una sola vista ¿Qué más se puede pedir?
El local es amplio, espacioso, aunque se abusa un poco de la cantidad de mesa. Un domingo puede ser muy bullicioso, pero en un día tranquilo el parque llega a transmitir su serenidad y sosiego.
Cocina sencilla, con entradas típicas como calamares romana, tellinas, bravas, algunas ensalada y arroces. Los arroces son la mejor opción, tomamos un arroz marinero bastante bueno, con unos calamares y ensalada. Todo correcto, nada destacable pero tampoco tampoco nada reprochable.
La carta de vinos es correcta, sencilla, con copas muy mejorables y un servicio limitado a abrir botella y adiós. Tampoco creo que busquen un público amante del vino. Todo el mundo va allí a tomar un arrocito, una cervecita y unas entradas sencillas. Los niños corren por la montaña y los mayores disfrutan de las vistas.
Cumple las expectativas si sabes a lo que vas.
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