Montan y tanto.

Nos apetecía una cena informal y menos mal que llevábamos idea de hacerlo en la barra, porque el sitio está "petao" y para coger mesa hay que echar una solicitud.

El local lo hace casi más angosto la parroquia que se agolpa en la barra para elegir entre la amplia variedad de montaditos. Al fondo las solicitadas mesas que también se agolpan, y fuera la terraza que montan en la amplia acera.

Recibimiento simpático y con el punto ideal de agresividad que te obliga a pedir la bebida sin casi acomodarte.

Tomamos cañas y copitas de vino, sí, son pequeñas, mezclando tinto y rosado de la casa llamados Temps, aunque la última copa fue ya del valenciano Malvarrosa. Se nos dio a probar primero en cada uno de ellos antes de servirnos, algo que nos sorprendió por el sitio.

Cayeron dos tandas de ocho montaditos a los que se les podría quitar el diminutivo pues son de buena factura. La peña parece que con unos cuatro se arregla pero ahí estábamos el par de animalots para meterse en total dieciséis. Una vez los eliges, los pasan a cocina para tostar el pan y tardan lo necesario. Algunos los pedimos dobles y otros a compartir con el consiguiente guarreo al partirlos, pero bien en general, incluso buenos unos cuantos, como el saquito de morcilla, el de pulpo, el de cecina con calabacín y queso de cabra...

Desde luego cumplimos con el objetivo marcado. Pudimos comprobar de paso que ni el bullicio puede tapar una conversación cuando hay interés y venidos arriba por tanta juventud, partimos en busca de un digestivo con algo de música en directo.

La nota curiosa y graciosa son los Sugus con los que te despiden. Pues oye, que nos tocó el azul, el de piña, que es del que más se habla ¡Qué, qué...!