"El cine debe empezar con un terremoto y a partir de ahí, ir subiendo la intensidad".
Cecil B. de Mile.
Demasiados cocineros de postín y dedos sin callos abrazan, quizás sin saberlo, la ética Blockbuster.
Aquella del viejo de Mile. Aquella del atraco a las emociones, la espalda pegada al asiento y el "si parpadean, se lo pierden".
Esa de la opereta, del más es más y los fogones carne de nota de prensa en guía culinaria.
Chez Lyon no es un Blockbuster.
Es decir, no tendrán que rascar favores ni reservar con un mes de antelación ni (creo) que entrevisten a Paco en El País Semanal.
Sin embargo en Chez Lyon se respira quietud. Respeto, sosiego y sobremesas sin prisa. Se respira el aroma de los clásicos, aquellos del plano secuencia donde los tipos duros no bailaban.
Steak tartar, habas con foie, coquille, confit de pato (excelente) con salsa de castañas.
La carta de vinos mejorable.