Es un pequeño hotel de 8 habitaciones-suites con restaurante.
Nos quedamos tres noches, y cenamos dos días (el otro fuimos a Los Irreductibles). Se trata de un reducto de paz que conjuga carácter rural y sofisticación. Degustamos sus cenas maridadas con los excelente Prioratos tintos y 'blancos', que tambien los hay y muy interesantes. La comida estaba buena y muy bien presentada. El servicio del vino bien cuidado, y el ambiente y entorno, no pueden ser más evocadores para un enófilo. El fin de semana fue un regalo de cumpleaños para mi mujer, y siempre me lo recuerda con cariño.
Para repetir...
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