La cepa vieja y el producto fresco

Como somos más de vísperas que de festivos aprovechamos la de San Valentín para hacer una incursión en este local tan reputado en Verema y que aún no habíamos probado.

Últimamente vamos sobre reserva a los sitios, los tiempos alocados en ese sentido pasaron a mejor vida hace un tiempo. Un acierto, pues esa noche llenó por completo.

Estéril resulta describir el local tras algunas magníficas reseñas en ese aspecto realizadas en los más de sesenta comentarios previos.

Amablemente acompañados a la mesa nos decidimos por la opción de maridar el menú de noche que ofrecían. Si no es aquí, ¿dónde lo voy a solicitar?... pensé. Todo compartido al centro:

Ensalada con Salmón, Frutos Secos y Semillas. Acostumbrado uno en su rutina diaria a ir tirando de mezcla embolsada de lechugas te vuelves capaz de distinguir a golpe de ojo cuando es de la de verdad, de la fresca, de la tersa, de la original, la que ha tenido la mínima manipulación. A estas hojas lo que le pongas le va a ir bien, en este caso un rico salmón ensalzado por un conseguido aliño cítrico. Unas rodajas de una curiosa zanahoria morada, también de su huerto, le daban un plus visual. Raíces.

Revuelto de Ajetes y Gambas. El huevo justo a mi gusto, con un punto aún líquido pidiéndote una mollita de pan para mojar en él. Venía rodeado de unas galletitas a modo de graciosa contención periférica. Clavado.

Pescado de Lonja. Esta noche era Mollera. La variedad de nombres que utilizamos para un mismo pescado me despista a veces mucho. Al buscarlo resulta que es el que conozco como Capellán. Aunque fino y delicado como la fritura que lo envolvía y acompañado de una rica salsa aparte, no dejó de resultarme algo anodino. Desinteresado.

Pluma al Romero con sus Patatitas Fritas. Mientras escribo me surge la duda si era pluma o secreto y por la foto no lo distingo, discúlpeme el lector. Un puntito pasada de calor pero buena materia en definitiva. Formal.

Como postres dos pequeños caprichos, uno cítrico y picantón, presentado en vasito, con un fondo alto de jengibre y el otro un rollito relleno de crema de sabor muy fino.

Bebimos vino, por este orden, N1 Brut Nature D.O. Cava, Flying Solo Garnacha Blanca I.G.P. Pays d’Oc, Pirita Blanco D.O. Arribes y La Atalaya 2010 D.O. Almansa. Todos acompañaron muy bien cada plato. Especialmente me gustó el tinto. Del servicio y trato del mismo tampoco voy a descubrir nada nuevo de esta casa que no se sepa. Tras finalizar Raúl nos obsequió con unos Sauternes.

El pan que incluía el menú era una rebanada de tres clases, blanco, cereales y aceitunas, todos ricos.

Un café correcto para finalizar.

El servicio resulta cercano y muy simpático, pendientes en todo momento de cualquier apreciación por nuestra parte.

Pudimos confirmar el buen tándem que forman Cecilia y Raúl. Ofrecen, por un lado, producto fresco con el mínimo trasiego de intermediarios posible y por otro una serie de posibilidades en materia de vino innumerables. Transmiten ilusión, honestidad, saber hacer, interés, vamos… que se nota que disfrutan con lo que hacen. Muestran inquietud por ofrecer cosas diferentes pudiendo así captar a varios segmentos de mercado y, en definitiva, pudiendo satisfacer al que visita su casa.