Se trata de un restaurante minúsculo pero muy bien ambientado, al estilo

Se trata de un restaurante minúsculo pero muy bien ambientado, al estilo de los carnavales de esa famosa ciudad suiza. Lo regenta marido y mujer, propietarios y al frente de los fogones (él) y de la sala (ella). Son muy atentos y simpáticos. Soy bastante aficionado (que no experto) de las fondues y raclettes. Así, suelo ir a varios restaurante de la ciudad condal y este me pareció el mejor. Probamos una fondue de queso emmental impresionante. De primero una ensalada verde con queso, realmente correcta. Acompañado todo ello con un riesling alemán realmente delicioso (no recuerdo su nombre pero rondaba los 20 euros). Eso, junto a dos cervezas...70 y pico euros. Lo normal en estos tiempos que corren. Me parece una buena opción para probar un local tranquilo, alejado del centro de la ciudad y en la que te tratan como persona, y no como un cliente más.

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