Un acierto un poco escondido.

Aunque está en una zona estupenda, entre la catedral y Sta. María la antigua, la calle es poco vistosa y cuesta localizarlo. Pero merece la pena. Una sala cómoda, sin estridencias, música ambiental agradable, un servicio muy amable y lo principal: una muy buena comida. Sin alardes innecesarios, con productos conocidos y bien tratados, buena presentación y sabores netos. Huevo poché con guiso de lengua de ternera, cabrito con trigo y ensalada, copa de gelatina de naranja, crema de queso y espuma de calabaza, todas elaboraciones muy sabrosas. Buen pan. La carta de vinos también adecuada, realista para la posible rotación, y con algunas marcas no muy trilladas. Buena RCP: sin bodega, 50 por persona (Los otros 25 fueron el vino). Aire fresco en los fogones de Valladolid. Llevan poco tiempo y ojalá les vaya bien.

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