Un imprevisto de última hora fue la causa de que termináramos comiendo en este restaurante vallisoletano del que tan buen recuerdo teníamos de visitas anteriores. La idea inicial era disfrutar de su menú degustación, pero durante un par de semanas de noviembre lo sustituyen por un menú micológico. Dicha propuesta se enmarca dentro de la Jornadas Gastronómicas de las Setas de Castilla y León, que en 2014 llega a su XIII edición, y en la que participan un buen número de establecimientos hosteleros de la región. Como a los cuatro comensales nos encantan las setas, no nos supuso problema alguno el cambio del menú, así que tras decidir con qué vinos lo acompañábamos comenzamos la comida:
- SNACK DE HONGOS Y FALSA TRUFA DE CIRUELA: unas cortezas fritas con sabor a boletus y unas ciruelas pasas rellenas de foie constituyeron este entrante que no terminó de convencerme.
- CENTOLLA CON HONGOS, ESCAROLA Y CÍTRICOS: el enunciado define perfectamente este plato lleno de contrastes, con sabores claramente diferenciados, y que acabó gustándome. Falló quizás la presentación, un tanto simplona.
- ALUBIAS DE LA BAÑEZA CON TROMPETAS DE LA MUERTE Y BACALAO: una propuesta muy sugerente que al final quedó un poco por debajo de lo esperado debido al desigual punto de cocción de las legumbres. Lo mejor el caldo de las alubias.
- CHICHARRO CON ESCABECHE DE NÍSCALOS Y SÉSAMO: un plato sobresaliente, con el txitxarro impecablemente desespinado y en un punto de plancha perfecto. Lo mejor de la comida.
- ASADO DE IBÉRICO, ANGULAS DE MONTE Y CALABAZA: otro de los platos más destacados, con la carne jugosa y llena de sabor.
- TRUFA AL CARAMELO: postre de bella factura y lleno de contrastes sápidos y de texturas. Ligerito y sin empalagar. Muy bueno.
En resumen, un menú muy atractivo, con platos muy tentadores, pero con altibajos en el resultado como consecuencia de los problemas ya comentados y que en un restaurante de este nivel resultan difícil de justificar. No podemos decir que no disfrutáramos, sino que la comida quedó algo por debajo de lo que este local nos tiene acostumbrados. Como en anteriores ocasiones es justo reconocer la altísima calidad de sus variados panes.
En el capítulo del vino este restaurante tiene uno de sus puntos fuertes, contando con una carta interesante y muchas propuestas fuera de ella. A destacar también el excelente coperío y la formación en materia vinícola del personal de sala. De su oferta elegimos dos vinos gallegos: el blanco Dominio do Bibei Lapola 2010 y el tinto DoUmia 2010, que cumplieron perfectamente su papel de maridar con la comida y con nuestros gustos.
Terminamos la comida con unos excelentes cafés, que nos sirvieron acompañados de unos petit fours de los más irresistibles.