Se trataba de una comida-homenaje, para la cual concertamos un menú en este maravilloso hotel situado a la misma orilla del mar.
Nos acogieron en el salón Zeus, con espléndidas vistas y decoración aséptica, demasiado fría quizás.
El menú, previamente acordado, fue el siguiente:
---Entradas centro mesa:
• Ensalada de frambuesa, arándanos y membrillo con vinagreta de pasas y piñones. Fresquita y original.
• En la línea de las bravas. Era unas bravas rellenas, con el alioli y el tomate por dentro, servidas en una fuente larga, estrecha y rectangular, alineadas de una en una. Ricas y vistosas.
• Croquetas melosas. Se dejaban comer.
---Principal:
• Arroz meloso de pato, alcachofas y setas. Sabroso, consistente y con el grano entero, casi en su punto.
---Postre:
• Coulant de chocolate con helado de natillas y peras al regaliz. Soy poco de postres, pero en este caso tengo que reconocer que fue el plato del almuerzo. Delicioso. Ensamblaba a la perfección tres manjares que por sí solos estaban ya estupendos.
El menú nos lo dieron impreso a cada comensal, bien presentado, destacando el nombre de la persona a la que homenajeábamos. Un bonito gesto, aunque me llamó la atención la repetición de la palabra “meloso”… Esos detalles en un hotel de esta categoría, hay que cuidarlos.
En cuanto a los vinos, servidos sin mucha agilidad, se apostó por la bodega Nodus, de Utiel-Requena, tanto en su versión blanca (“Chardonnay”) como en la tinta (“De Autor”). Correctos ambos, solo correctos.
Servicio profesional, y rápido en sacar la comida pero algo tardo en rellenar las copas…
Un buen marco para este tipo de celebraciones.