Sorprendente

Fuimos de excursión en tren por la zona y decidimos reservar en este Restaurante. Nos instalaron en un salón con unas vistas horribles y la decoración interior era una colección de óleos vistiendo todas las paredes. Como era un día laborable optamos por el menú de 14,95 porque la variedad de platos que incluía nos pareció suficientemente atractiva. De primeros pedimos una ensalada con mejillones y vinagreta y fideuà de espárragos y gambitas. La vinagreta y los mejillones eran de sabor fuerte y bueno y la ensalada variada tenía un gusto a campo bastante acentuado. La fideuà estaba muy bien conjuntada de sabores, en su punto de cocción, y aliñada con una allioli de manzana exquisito. Ambos platos los sirvieron con una cubertería más típica de una carta supercara que de un menú de diario.
De segundos pedimos lubina con pimientos y un bacalao con tempura de tinta y miel. Los dos platos igualmente buenos y con raciones bastante completas. Nunca había visto ni comido una tempura negra y el dulzor que le aportaba al bacalao hacía una combinación de muy buen gusto y de una estética muy original. Un plato muy atrevido.
Los postres del menú estuvieron a la altura de la más alta exigencia. Tomamos una copa de piña caramelizada con crema catalana de la que resaltaría el exquisito sabor a limón de la crema y una combinación de helado de café, chocolate y bizcocho. El único pequeño "pero" es que el plum-cake o bizcocho estaba un pelín duro pero muy bien presentado y de sabor exquisito. La verdad es que para nosotros el menú resultó sorprendente y de una calidad y presentación inusuales. El vino y el servicio fueron muy sencillos.
Sin duda deben mejorar en vestir las mesas y en el servicio pero tienen lo principal que tiene que tener un buen restaurante, buena comida y generosidad a la hora de servirla.