Viernes de enero, 18 grados de temperatura y sol (sin sur, que en esta tierra calienta en estas épocas al termómetro pero resulta molesto), por tanto buen día para viaje al interior de Cantabria y visitar a Fonso (entre nosotros no solemos decir voy a comer a las Piscinas, sino “donde Fonso”.
Tres de la tarde, la barra bastante despoblada, no se si por el efecto tabaco o por ser entre semana y época de vacas flacas en las carteras.
En la barra tomamos los dos comensales que nos hemos acercado, el famoso vermouth (digo famoso pues al menos por estas tierras no se suele encontrar y entre los veremeros, nos decimos: prueba el vermouth del bueno que tiene Fonso: vermouth Oliveros reserva.
La sala ya se ha definido en varias ocasiones, esta vez se encontraba a un 70%, y la misma quizás esta con más claridad, sin saber decir a que se puede deber, aparte de que el día era reluciente, o si han metido más elementos blancos en la decoración.
Hemos compartido una ración de embutido de lomo ibérico: ración generosa y buen género.
Unos alubiones con almejas, servidas a cada comensal en unas tarteritas de colores vivos (ahora tan de moda): buenas como siempre.
Y para el plato principal, sin querer pusimos a prueba la cocina ante el pescado, pues casi siempre se suele pedir de plato su carne dado su alto nivel, pues en esta ocasión hemos pedido los dos, dorada a la sal: perfecto el punto, nivel de la carne del pescado y generosa la ración.
De postre hemos compartido una tarta de galleta, de esas que siempre te devuelven a tu infancia.
El vino como siempre, Fonso sorprende con vinos que no suelen encontrarse por aquí, en esta ocasión Val de Sil (godello) 2009(12.50 euros).
Todo con agua, cuatro cafés y un GT con ginebra Brockmans y tónica 1724 (todo idea de Fonso) cerraron la comida, por un total de 80 euros.
En conjunto, solo puedo cerrar diciendo, si venís por acá no os olvidéis del pescado, que también lo bordan.