La entrada al local es un preludio de lo que te espera: sofisticación no

La entrada al local es un preludio de lo que te espera: sofisticación no arrogante, calidad en general y servicio atento ( incluso demasiado ). Lástima de mesa de 7 bárbaros ( literalmente, eran todos guiris ) que me tocó al lado. Hice un master sobre el tráfico aéreo europeo, la potencia exacta del Porsche Cayenne, la manga del Lunna Rossa y demás temas de elevado interés. A lo nuestro: menú primavera bien surtido, quizás escaso y no siempre bien ensamblado. Una crema de cuyo nombre no puedo acordarme que más bien parecía paté La Piara pasado por la turmix, un bocadillo de sardinas que, pese a la mala fama de su nombre, se convirtió en el plato estrella, la carrillada de buey se deshacía en la boca aunque eché de menos una sencilla guarnición. Para beber, un Secastilla 2001 a temperatura óptima, bien decantado y servido. En fin, una noche de contrastes que me impulsa a repetir. Si a esto se añade una buena compañía...qué más se puede pedir. Contigo pan y cebolla...o menú Riff, igualmente.
Aconsejable tomar un buen riesling con tapita en el local hermano de al lado.

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