Restaurante situado muy cerca de la catedral, mirando a la hoz del huecar

Restaurante situado muy cerca de la catedral, mirando a la hoz del huecar. Decoración en tonos blanco y pastel con una adecuada y difusa iluminación crean un ambiente calido y agradable. Manteles de hilo blanco impolutos, dan una sensación de limpieza y claridad. El servicio es agradable y atento sin ser empalagoso. La comida buena, la calidad y punto de perfección en los platos quizás justifique el precio. Pedimos ensalada de perdiz salvaje con judias muy correcta, carpaccio de solomillo con salsa arabe, correcto y bien presentado aunque algo escaso. De principal un lomo de lubina, generoso, y muy conseguido su punto así como la guarnición. Y un solomillo de buey con boletus, reconozco mi fallo y por añadido el del restaurante, al mantener en carta un plato de otoño, claramente los boletus son de conserva y dejan que desear en una salsa muy artificial. La carne de calidad y correcta ración en su justo punto. Casi lo mejor fueron los postres donde destaco la mousse de baileys y las texturas de chocolate.

Abundante carta de vinos en denominaciones aunque no en referencias, buen precio. A destacar tb su carta de vinos para postre. precio medio por cabeza: 50 €.

Romantico.

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