Somos un grupo de amigos que nos gusta frecuentar el tapeo acompañado de buen vino y la buena mesa en ambientes mas bien informales. Hace un mes estuvimos en la Camarilla y nos gusto mucho. El sabado pasado hemos vuelto y hoy me animo a realizar unos comentarios sobre este bonito restaurante - taberna. Destaca su gran barra donde esta presente el vino en cada detalle. Carta de vinos con más de 50 referencias distribuidas en 12/15 D.O incluidos vinos dulces para acompañar postres. La barra te recibe con una inmensa champanera donde se refrescan los vinos por copa. Grandes botelleros murales y una pizarra con oferta de vinos por copa te invitan a tapear acompañado de un buen vino. Ante nuestro requerimiento el camarero nos puso en contacto con un señor que esta en la barra quien nos aconsejo adecuadamente sobre el mejor maridaje con las tapas que tomamos, quien nos comento que disponen de un sotano donde se almacena el biento en magnificas condiciones naturales de temperatura, luz etc. Trato correcto y amable. Magnifica relación calidad precio y decoracion muy acertada donde han conseguido modernidad conservando evocaciones de taberna ilustrada. El comentario de todos nosotros fue que que un sitio para frecuentar.
Nos dimos una vuelta para realizar una cena de tapas por los diferentes locales de la zona de la caba baja, al ser domingo noche algunos emblematicos estaban cerrados a pesar de ser vispera de fiesta, en general las tapas son aceptables en algunos destacan por lo buenas y otros por lo malas.
En las malas esta la camarilla, llegamos y nos tardaron unos 10 minutos en tomarnos nota para unas cañas, ya que no vimos ni su carta de vinos ni las recomendaciones de estos, el servicio pesimo y totalmente atacado en la barra, la señorita que estaba al cargo de la caja, ademas de mal educada y de no saber de que van las conversaciones, te asusta pedir algo pues te porfia por todo.
En definitiva ya que teniamos las cañas decidimos tomarnos dos brochetas de tempura con langostinos, la brocheta es una grupo de verduras rebozadas, fritas rezumando aceite con UN langostino por brocheta y una salsa agridulce que te recordaba a los chinos de barrio.
Para no volver.