Al granero.

Siempre ha estado en la recámara este restaurante. Uno se hizo eco en su día de aquel premio de fideuá que tanta extrañeza causó por entonces al tratarse de un pueblo de montaña. Pero la pista la debí dejar ahí, porque otros premios de arroces se exhiben por doquier.

Nunca ha sido fácil la reserva en domingo, sobre todo en el plan que yo llamo, con poco margen. Pues nada, a por el sábado, que la gente "normal" lo gasta más para comprar.

El local tiene un estilo rústico que recuerda también en parte a los asadores castellanos. Viguetas de madera, cuadros con fotos, diplomas, etc. Decoración recargada aunque muy propia. La morfología del terreno aquí hace de las suyas y se generan alturas de una estancia a otra.

Encargamos la Fideuá Gandiense. Hecha a fiel reflejo de como se hace en Gandía y obligados a utilizar el sobrenombre por eso mismo. La espera la llevamos a cabo con unas aceitunas de aperitivo que sacan al principio y un par de entrantes; unas croquetas de jamón ibérico y unos chipirones en su tinta. El servicio de pan lo ponen y lo cobran aunque no lo pidas. De postre compartimos los tres una crema de calabaza y mascarpone con helado de turrón y un sorbete de mandarina. Finalizamos con sendos cafés la pareja.

Ocho croquetas de masa trabajada y crujiente rebozado de buen sabor, igual que los chipirones, y una fideuá realmente sabrosa y bien surtida, con el fideo que a mi me gusta, parecía el nº 4. La crema de calabaza y el helado lo sirven en distinto recipiente y casi que mejor, porque no ligaba el uno con el otro aún estando buenos. Y el sorbete de mandarina cumpliendo, también bueno. En fin, una buena comida y equilibrada en cuanto a cantidad, ya que bastaba con esos dos entrantes antes de la estupenda fideuá.

En cuanto a la bebida, una botella de agua grande y un Las Cuatro rosado del 2015. Justa tirando a floja la carta de vinos. Encima sin nuestra primera opción de ese momento, el blanco Las Tres, empeñado estaba yo en Chozas Carrascal, que le vamos a hacer. Copas mejorables, sin ser burdas, y servicio también mejorable, descorche y a la mesa.

El pueblo de Serra y Casa Granero es un buen destino para pasar el día. En mente ya para una próxima vez, una de esas jornadas de matanza del cerdo de las que se habla.