El local me pareció fantástico. tiene algo muy humano, como la sala de una casa y gracias a Dios, no tiene nada de esa pijería minimalista "de disseny" que parece enloquecer a los decoradores de los locales del Casc Antic. La carta de vinos no es la de una gran bodega, sino la de un bar donde puedes hallar vinos bien distintos a lo que el "mainstream" enológico aconseja. Es de destacar, la posibilidad de beberse un Dry Martini como pocas veces he probado, comer un excelente guacamole hecho casi al momento y si prestas atención a la música encontrarás cosas que nunca escuchaste en un lugar público.

Entramos atraídos por la selección de vino por copas en este oscuro local del Gòtic, con hojas de parra de plástico en el letrero de encima de la puerta. Tienen algunas denominaciones "difíciles" de encontrar (Empordà, Alicante...) en otros locales y también referencias internacionales. La decoración clásica (botellas añejas, fotos antiguas, libros) parece un tanto reñida con el rollito modernillo de "wine-lounge-martini-tapas" que aparece en la tarjeta de presentación. Velitas en las mesas, rincones bonitos para parejas y grupitos, todo muy cálido y acogedor.
Otro tema es el servicio del vino. Todo con vacuvin, pero copas horrorosas y tinto a temperatura ambiente, no sé que harán en verano. No probamos la comida, por lo tanto, un tres al canto. No sé si volveré porque, aunque es un local muy majo, no se puede disfrutar del vino a tope, como nos gusta a los veremeros. Con un cambio de copas, sirviendo bien el cava (no hasta el borde), y con un armarito para el vino tinto sería un habitual del buen forero.