Otro de los tapados de la gastronomía tinerfeña. Enclavado en el centro de la Esperanza no se diría al verlo desde fuera que se trata de un establecimiento de cocina de primer orden. Modesto local, cuidada pero modesta decoración canaria con fotos de antiguas escenas costumbristas de la isla. El servicio en mesa es básico con servilletas y mantel de papel y sin copas apropiadas para el buen servicio del vino. Armarios climatizadores para los vinos y carta muy cortita de vinos de precio medio-bajo. Personal familiar y amable. Sala casi siempre llena o muy ocupada. Aforo para unas cuarenta personas.
Lo mejor es la comida y dentro de ella el trabajo de las carnes. Magret, presa ibérico, solomillo, pollo, son trabajados por el chef Philippe magistralemente. Tienen una ensalada con langostinos costrados que es de los platos que nunca cambian en una carta que tiene periódicas introducciones. Buena presentación en general aunque se trata de una cocina sencilla con detalles originales. Sin duda de mis favoritos después de años sin bajar el nivel de calidad.