Un restaurante más en Madrid que basa su oferta en una lujosa localización

Un restaurante más en Madrid que basa su oferta en una lujosa localización y un elegantísimo envoltorio.
No hay entrantes suficientemente innovadores para su precio, y los segundos resultan irregulares. Los risotos, duros, siguiendo la absurda moda actual, y el plato de cordero, se queda frío demasiado pronto. Las recetas más tradicionales de merluza o solomillo, resueltas con la calidad que se espera en este nivelón de precios. El tiramisú de-construido (uff... que pereza) insulso, y mucho menos gozoso que los tradicionales.
Carta de vinos de franquicia de lujo, con algunas faltas de ortografía (¡Aliende!) que espero corrija el rodaje. Servicio inexperto y mesas juntas, ruidosas, como de tasca, en la parte de fumadores.

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