Después de un par de intentos para tapear por la zona, los locales llenos, nos decimos a entrar en este, porque es inmenso y alguna mesa libre habría, efectivamente, alguna había, pero duraron poco.

Como digo el local es muy grande, montaditos en la barra y muchas mesas, los camareros cumplian pero iban de culo, la señorita de recepción intentando organizar a la gente que se acumulaba en la puerta, también iba de culo.

Por su ubicación, otro local muy frecuentado por guiris, tomamos algunas tapas:
Patatas bravas (4,45€), normalitas, corte cuadrado mahonesa y salsa algo picante, cuando se empiezan a enfriar mas pastosas. Calamares a la andaluza (6,30€), buenos en sabor y textura, Un platillo de queso de cabra con miel (4,65€), correcto es el queso y la miel. Un par de pinchos, el de chistorra (2,15€), mal y el pan reblandecido y una brocheta de butifarra negra, blanca y pimientos de padron (2,15€), butifarra correcta y pimientos crudos.

Bebimos cerveza y agua.
Para salir del paso, pero no seria un sitio para tapear de calidad.

Pues, en mi opinión, el amigo Lubulo la ha clavado. Añadir que la decoración me parece pasadilla de moda, aunque las instalaciones son cómodas y estoy seguro que habrá quien lo vea hasta incluso elegante. Me gustó el detalle de cortar el jamón en tu mesa, el servicio fue estupendo, con un personal no muy profesional pero muy atento. Ratificar que la carta de vinos es de risa y que las copas no llegan a pasables. No hay mas que un tipo de cada vino (tinto, rosado, blanco y cava) por copas. Os recomiendo los montaditos, especialmente el "sospir" y el de bacon con calamares, la materia prima está bien. Ya tenemos dos locales, con RCP aceptable, para buena cerveza (hay tres marcas diferentes en barril) y tapas por encima de la media en el Passeig de Gràcia: el Txapela y el Navarra.

Se cuenta que en el mismo local se ubico en su día el restaurante Euzkadi allá por los años 30, punto de encuentro de la burguesía barcelonesa y que después de albergar espacios tan distintos como un Burguer King y posteriormente un Sushy Bar; la exigencia por recuperar los sabores auténticos que le dio nombre, ha dado como resultado un restaurante de recurso en pleno centro de la ciudad condal.
Vayan ustedes a comer y disfrutar de platos simples pero bien elaborados, no es un lugar para llevar a examen ni la profesionalidad de la brigada ni la atención al vino, copas justamente correctas, temperatura de servicio inadecuada.
Además de corta y escueta, su carta de vinos, los precios son carísimos y de la mitad de las referencias, no tienen.
Menú: Salteado de alcachofas con foie, croquetas de jamón ibérico y montadito de chistorra (muy rica) Chuleton a la brasa fileteado (para dos) excelente y muy jugoso con guarnición de patatas a lo pobre, calabacín y berenjena a la parrilla, lo acompañamos de Heredad Ugarte 2003, agua mineral y cafés, todo por 64€