Un clásico

Con casi 40 años de existencia, Zalacaín es uno de los grandes restaurantes clásicos de Madrid. Uno de esos templos de los que una capital europea de primer nivel como Madrid no se puede permitir el lujo de prescindir. Quien sube las escaleras de Álvarez de Baena, 4 no va buscando que le sorprendan con los últimos platos más representativos de la vanguardia gastronómica, tampoco busca probar nuevos ingredientes ni elaboraciones sorprendentes. A Zalacaín se va a buscar, y a encontrar, una alta cocina clásica elaborada de forma impecable, un servicio esmerado de los de la vieja escuela y una carta de vinos de alto nivel a cargo de una institución como es Custodio López Zamarra. Zalacaín es un pequeño oasis (hay para quien puede ser un pequeño infierno) en el que no hay camisetas ni zapatillas de deporte. Eso sí, muchas señoras con permanente y mucha chaqueta y corbata, obligatoria para los caballeros.
Sobre la mesa platos de toda la vida como la lasaña gratinada de hongos y foie, el bacalao "Tellagorri", las manitas de cerdo, el steak tartar o la pularda. Ah, y las ineludibles patatas suflé.

Era nuestra última noche como residentes en Madrid y además el cumpleaños de uno de nosotros. Lo ajetreado de nuestra vida reciente nos había impedido planificar la velada,pero Zalacaín no es un lugar en el que, a día de hoy, haya que reservar con excesiva antelación. Estaba lleno eso sí.
Público muy "zalacaín". Parejas y pequeños grupos con una media de edad muy superior a la nuestra ocupaban completamente las mesas del restaurante un lunes cualquiera de abril.

Tras los fritos de croqueta y calamar, y la mantequilla con la que nos recibieron, pasamos a examinar la carta y esto fue lo que pedimos:

Como primeros, unos huevos escalfados con crema de coliflor, soubise de hongos y caviar(lo mejor llega al romper la yema)y la clasiquísima lasagna gratinada de hongos e hígado de oca.

Ambos impecablemente ejecutados y deliciosos.

Como plato principal coincidimos en pedir la pularda con salsa périgourdine y mini zanahoria. Acompañada de patatas souflé.

Este plato, aparte de lo bueno que está, permite presenciar como el personal de sala trincha la pieza delante del comensal al mejor estilo de la cocina de maître d'hôtel francesa.

Como postres, un biscuit al Pedro Ximénez y crepes Zalacaín, flambeados delante del comensal.

Terminamos con la enorme teja y los demás petit fours acompañados de unas copitas de Tokaji Oremus 5 puttonyos.

Bebimos una botella de nuestro champagne de cabecera, al nivel de costumbre.

Ninguna sorpresa, todo clásico, todo según lo esperado, todo muy Zalacaín. Y que así sea por muchos años.

http://www.lossitiosdesambuquita.com/2012/06/zalacain.html

Recomendado por 3 usuarios
  1. #1

    Craticuli

    Totalmente de acuerdo en que estos guardianes de la tradición son totalmente imprescindibles.
    Saludos.

  2. #2

    Sambuquita

    en respuesta a Craticuli
    Ver mensaje de Craticuli

    Hay quien dice que deberían renovarse. Nosotros no lo creemos así. Para sitios modernos y creativos ya tenemos otros restaurantes y no hay peor cosa que pretender ser lo que no se es. Zalacaín ofrece lo que su clientela les demanda. Y así debe seguir siendo. Saludos.

  3. #3

    Craticuli

    en respuesta a Sambuquita
    Ver mensaje de Sambuquita

    Efectivamente todo no es vanguardia, es importante recordar los origenes y para ello existen sitios como Zalacain.
    Saludos.

  4. #4

    Tabanquero

    Excelente comentario. Soy de vuestra misma opinión, Zalacain forma parte de la historia de la gastronomía, tanto a nivel local como nacional.
    Incluso voy un pasito más allá, este tipo de locales deberían ser considerados de interés cultural y, si fuera necesario, ayudados a mantenerse con la dignidad que merecen.
    ¿ O la gastronomía no es cultura ?
    Saludos cordiales

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