Un quiero y no puedo. Esperaba más de este Restaurante, en el que había

Un quiero y no puedo. Esperaba más de este Restaurante, en el que había cenado estupendamente en anteriores ocasiones cuando se encontraba en la calle Manuel Candela.
Carta muy corta; nos decidimos por unas almejas con salsa verde que curiosamente sabían a pescado, pero eso si, a 16 € la ración. Decepcionantes los medallones de cordero (rodajas de pierna de cordero, seguramente sacado del imserso), y pasable el Steak Tartar, (pero si lo comparas con el de, por ejemplo, Sangoneterta, desmerece totalmente).
Sala acristalada para la conservación de vinos, (la temperatura que marcaba era 19º), y el Viña Berceo que tomamos, estaba a más.
Exagerado el precio del vino, precio que influye en la puntuación; es normal que se doble el precio de vinos que en tienda cuestan 6 €, pero que te doblen el precio de vinos que cuestan 20 o más, no.
No es de recibo que sirvan el brandy con miedo, escatimando, hay que ser un poco generosos, sobre todo si se cobra 10 € por una copita de 1866.
Demasiado caro para lo que se ofrece.
Existe aparcamiento gratuito para clientes, pero estaría mejor que te lo dijeran al reservar mesa y no al pagar la cuenta.

Como colofón, solicité un cortapuros y, al no disponer del mismo, me sacaron un cuchillo en un plato.
Por último: Al no indicarse la añada en la carta de vinos, el crianza de Viña Berceo era del año 2000, un vino absolutamente decaído, eso si, a 11´95 €.

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