Cocina muy personal

Restaurante enclavado en un entorno impresionante rodeando de jardines en el que conviene documentarse bien para poder llegar sin perderse. Nosotros lo hicimos y aun así nos costó llegar.
Cocina diferente, muy personal y no apta para todos los publicos. Platos muy ligeros y en la que la sal casi no aparece porque simplemente no tendría sentido.
Optamos por el menú Sustraiak, un menú de una sutileza insólita en el destacaría algunos platos memorables como los raviolis de txangurro con consomé de hojas alimonadas, los ñoquis mantecosos de queso idiazabal o el postre de la torrija caramelizada. Sin embargo, nos llamó la atención el plato de carne, que no iba en consonancia con el resto del menú, un cochinillo ciertamente contundente y de un tamaño considerable que resulto difícil de digerir en su totalidad.
Excelente carta de vinos y a precios razonables, y en la que se puede pedir casi cualquier vino por copas. Servicio del vino a la altura de este tipo de restaurantes.
Servicio de sala profesional, pero con algún que otro fallo sin importancia.
Como va siendo cada vez mas habitual en ciertos restaurantes, no hay petit fours, en su lugar una cajita con unas avellanas recubiertas de chocolate para llevar a casa.
Excelente la variedad de infusiones y curiosa la toallita del final para limpiarte las manos.
Casi al final de la cena, rutinaria visita a la cocina en la que pudimos hablar con Andoni, muy agradable que tuvo el detalle de invitarnos a un postre adicional

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