Hay pinares tan heróicos defendiendo su orgullosa planta entre hordas implacables de cemento y pais deletéreos, tan endémicos que superviven a las albuferas diminutas que antaño fueron sus ayas nutrientes, tan serenos que cobijan camareros chabacanos y una suerte innúmera de infantes hiperactivos hollando el humus que hidrata la epidermis de sus raíces, tan semánticos que admiten ser pinadas y también- llegado el caso- pinedas o lugar de ellos mismos poblados, tan predispuestos a envolver veladas y a los comensales que las disfrutan de aire puro para alivio de pulmones y mucosas urbanitas que habían renunciado con resignación al derecho humano de no intoxicarse indefectiblemente, tan samaritanos que cobijan bajo su buena sombra a todo el que hasta ellos se arrima, tan empáticos, sinérgicos y media docena de palabros más que la jerga neotecnócrata emplea venga a cuento o no sin contexto a considerar ni sindéresis que valga y tan sensibles que imploran a quien quiera escucharles un salvoconducto a cualquier parcela marginal de un sotobosque cuasidesertizado, un juicio justo en pos del derecho a emanciparse de la sórdida familia que se adueña del predio, que no aguantan un día más servir a l'auberge de france de cenador de estío para perpretar sin remordimiento y con la alevosía del criminal altivo un delito continuado a la carta.
Relación calidad/precio: para qué cuantificar el desastre....
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