Hemos acudido en varias ocasiones al templo de Pep estos últimos años. La última fue el primer martes de agosto.
Comida para dos, excelente puesta en escena: en la mantelería de tela nos encontramos sal, aceite, allioli, tomate, papas y pan para abrir boca. Pedimos como entrantes unas croquetas de puchero y de bacalao y cigalas salteadas con ajetes. Muy buena ejecución, a destacar las croquetas de bacalao, de otra dimensión, posiblemente desconocida.
El plato principal fue una fideuà de verduras, exquisita, perfectamente elaborada, tal y como nos tienen acostumbrados. En su justo punto la cocción de la pasta, no demasiado aceite, las verduras ligeramente al dente. Una maravilla.
De postre, un semifrío de chocolate blanco, bueno. Dos infusiones cerraron la comida.
El vino es un tema importante en este restaurante, afortunadamente. Carta amplia, variada, rica y muy interesante. Pep nos puso una selección por copas a su criterio, que nos encantó. Hubo manzanillas de las Soleras del Almacenista (Macharnudo y Aniña), fino Inocente, vinos naturales (Domaine Danjou-Banessy y otro francés más), el rosado Les Prunes de Celler del Roure, un moscatel y un oporto, estos dos últimos acompañando a los postres.
Venir a esta casa es disfrutar, como muchos asiduos sabemos.
Y por muchos años...
El precio no incluye los vinos.
No hay margen de error, efectivamente. Les gusta su trabajo y eso se nota.
Muchas gracias!
Y hace disfrutar a los demás, vaya que sí.
Saludos
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