Casa en la ribera del río acondicionada como restaurante. Amplias cristaleras con vistas al Guadalquivir. Almuerzo para dos personas con un bebé. Solicitamos mesa de no fumadores y nos enviaron a la segunda planta. No hay ascensor y tuvimos que cargar uno con el crío y el otro con el carrito, bolsa, etc. Nadie se ofrece a ayudar a pesar de las dificultades. Sala vacía (era jueves) y nos ponen en la única mesa que no tenía vistas al exterior. Dado que estaba contra la pared solicité el cambio de mesa a lo que accedieron. Nos atendió una sola camarera, que se limitó a darnos la carta (la de vinos la tuve que pedir), sin hacer ninguna recomendación. Pregunté si disponían de menú degustación y tuvo que ir a preguntar, ya que ni siquiera lo sabia. De entrantes pedimos carpaccio de presa ibérica, setas de temporada con mollejas de ternera y raviolis de morcilla con puré de manzana verde y de platos principales buey y cordero deshuesado con crema de berenjenas. La comida en líneas generales es buena, con un punto de sal tirando a soso (sobre todo el carpaccio y el cordero), por lo que se echa en falta un salero en la mesa. Hubo dos cortes al servir, uno antes de los raviolis de morcilla (unos 15 minutos) y otro eterno antes de los platos principales (más de media hora), difícilmente justificables ya que el local estaba casi vacío. No pudimos reclamar a nadie, ya que la camarera hizo mutis por el foro. De postre tomamos sopa de chocolate blanco con torrija de pannetone y helado de coco, realmente bueno y muy abundante. El vino fue Marina de Vallformosa, que la camarera descorchó y abandonó en el frapé. Merece la pena hablar de la carta de vinos. Bien presentada y voluminosa, aunque muchos de los vinos tienen un NO escrito a lápiz. Viene con unas hojas escritas a impresora con las "últimas inclusiones" metida dentro, incluso con tachaduras en alguna que otra errata (Juve y Cans, por ejemplo). Da muy mala impresión, la verdad. Al salir, de nuevo como los porteadores en las pelis de Tarzán y los camareros sonriendo a tu lado mientras cargas.
Viendo las anteriores críticas no sé si el local ha venido a menos o si hay que aplicarle la teoría del "día malo". Supongo que dentro de unos días solo recordaré la comida.
En esta nueva visita, nos pusieron unos aperitivos deliciosos mientras pedíamos el vino, de una carta extensísima y muy actualizada. Nos recomendaron un San Román de D.O. Toro que resultó muy bueno. El arroz que tomamos acompañó perfectamente una velada agradable, tranquila y acogedora, que terminamos con un tiramisú de chocolate muy suave. Una vez más, servicio profesional y muy humano, un restaurante imprescindible para sorprender.
Lugar de decoración sencilla y elegante. Tiene un gran ventanal con excelentes vistas al río Guadalquivir. Servicio atento y profesional. Comida excelente: Muy bien presentada y buena elaboración con platos bastante innovadores. Estupenda la tapa de bolsa de queso y la crema de gazpacho con langostinos. De segundo pedimos un cordero deshuesado con cebolla caramelizada y con una salsa a base de romero: sencillamente excelente. Solomillo de ternera gallega también muy bueno. Los postres, bien. Precio: 80 euros la cena: dos personas, vino incluido. Volveremos, sin duda.
Local muy interesante en una zona retirada de las rutas turísticas. Decoración agradable, sin estridencias, y grandes ventanales al Guadalquivir. Carta de vinos sorprendentemente sofisticada. Servicio del vino correcto, copas algo básicas. Cocina con raíces andaluzas y elaboración moderna, sin alardes técnicos. 1 persona: 44 euros con vino.
Pepín y su esposa, cuyo nombre nunca recuerdo, añaden el cariño personal para que cada visita a este espléndido restaurante se convierta en una comida amena, como en casa.
Absolutamente recomendable.
Que bonito, que Kuko, que agradable y que rico restaurante!
Perfectamente ubicado en el precioso pueblo de Coria del Río, prácticamente en frente del paso de las carretas cuando van para el Rocío, se alza este simpático restaurante con amplios y luminosos ventanales al Gran Guadalquivir!
Atmósfera, música y decoración se dan la mano para ofrecer a quien lo visita, una muy grata experiencia en un marco sereno y relajante.
Desenfadada cocina de mercado, donde llaman la atención, fundamentalmente las ganas de agradar y la selección de las materias primas, aderezadas con agradables guiños de autor.
Buena presentación, diseño y ejecución de todos los platos, donde brillan con luz propia la ensalada de Esturión y el magret de pato, sin desmerecer ningún otro.
Correctísimos cubertería, mantelería, cristalería y vajilla.
Servicio atento y diligente, e innumerables atenciones y orientaciones de sus jóvenes propietarios.
Buena carta de vinos, atrevida y juvenil, con multitud de propuestas y alternativas.
Todo muy agradable y perfectamente rematado con un precio muy bien equilibrado.
Francamente Recomendable...ENHORABUENA!