Mejor cocina que sala, sin desmerecer.

Local de forma alargada, en dos alturas y de diseño clásico con ciertos toques rústicos.

Realizan cocina de mercando, con algún guiño creativo. La carta está estructurada en una decena de entrantes fríos, otros tantos calientes, cinco platos de cuchara, cuatro elaboraciones de pescado, ocho o diez de carne y nueve postres (éstos a buen precio y de elaboración y presentación más moderna).

En la carta de vinos, que no refleja las añadas, predominan las referencias modernas, aunque también están representadas algunas más clásicas (de Rioja y Ribera del Duero), está clasificada por denominaciones de origen y tipos, dando preferencia a los vinos valencianos, que presentan en la primera página, a precios de tienda x 1.75. Los vinos están expuestos en estanterías a lo largo del restaurante, a pesar de esto el tinto que solicitamos nos lo sirvieron a temperatura adecuada, aunque fue nuestra cuarta opción ya que se les habían terminado las otras tres elecciones. La cristalería es diversa y no toda adecuada de grosor. La temperatura de servicio correcta, pero no sigue la liturgía de servicio del vino, a excepción de la prueba.

Nuestra experiencia: ensalada de foie con manzanas cocidas, hamburguesa de sepia con arroz negro (sencillo pero conseguido), sartén de setas y huevo y steak tartare (bueno). De postre: torrijas con helado de leche merengada, tejas de almendra y crema pastelera y reconstrucción del helado de crocanti con polvo de café y cointreau. En cuanto a la bebida empezamos con un par de cervezas, un Secastilla 2004 (en un momento adecuado de consumo) y dos copas de Olivares para armonizar los postres y un café solo. Todo por 106.47 euros. Impuestos incluidos.

Recomendable, pero con una RCP algo justa, tal vez hay mejores opciones por la zona.