Local con el mostrador/expositor a la entrada que divide dos salas, una a fachada y otra interior, con decoración buscando un ambiente rústico, con frisos de plástico que asemejan lejas de pizarra o suelo de gres buscando el barro natural, vigas de “madera” en el techo y pintura. El resultado final es acogedor aunque las mesas, bien vestidas, están bastante juntas y son pequeñas.
Llegamos algo pronto y casi tardaron media hora en servirnos, ni unas almendras. Ya en faena, la atención por parte de Marcial (dueño) fue estupenda, con alguna nota de humor sobre los “fantásticos” platos que nos presentaba.
Tomamos manitas deshuesadas con morcilla de Ontenient, sabrosa, sin grandes alardes. Luego pulpo a la brasa con patatas y almendras, el pulto hay que reconocer que estaba tremendo aunque no tanto las patatas. Pasamos a un bacalao rico auque de ración algo escasa y terminamos con presa ibérica también muy buena. De postres Coulant de chocolate estupendo (tuvimos que esperar un ratín a que lo hornearan). Cafes, un pacharán del amigo de Marcial y un par de gintonics, ambos de G-vine, uno de la gris (seca) y otro de la verde (perfume).
La carta de vinos no es muy amplia pero tiene buenas referencias a precios algo elevados. Tomamos un Ladrón de Lunas 2004 que llevaba tiempo queriendo probar, que resulto mas sencillo de lo que esperaba (por lo oido y por el precio), pero rico y que acompañó bien la comida. El servicio consiste en el descorche, cata y dejan la botella. La temperatura bien. Las copas no me gustaron nada.
Resumiendo, sitio interesante con manejo de buena materia prima, con platos todos reconocibles, y trato excelente por parte de un emprendedor que desea abrirse camino. Recomendable.