Se trata de un local fundado como bodega José Floren desde 1837 (casi ná) y que lleva funcionando en el mismo lugar como bar de barrio en la actualidad. Como tal se centra en el esmorzar y en las comidas de menú y tapeo, como ha hecho toda la vida en la zona del Cabanyal, junto al mercado.
Formato tipo tubo con barra larga a la izquierda de la entrada, dejando un primer comedor frente a la misma y un segundo comedor en una ampliación trasera. Mesas estrechas, sillas poco cómodas, mantel de papel, copas más que básicas... lo que se espera al entrar. Lo bueno está en la cocina y detrás de la barra donde hay una persona dedicada a abrir pan y llenar bocadillos a un ritmo frenético.
Entras, vas a la barra, miras lo que hay en la pequeña vitrina, te sientan y esperas a que te informen de las opciones; al salir vuelves a barra a pagar. El servicio en sala a veces se despista porque está todo lleno; nom intentes ir en jueves que hay mercadillo de barrio, ni vayas entre las 9,30 y 10,30 porque no será fácil que te sientes.
Tres vecinos y sin embargo amigos que hacía tiempo que no se habían alineados los astros para coincidir, nos aventuramos a tener que aparcar por la zona y al fin llegamos dispuestos a conocer este emblemático lugar de la gastronomía valenciana.
El gasto consistió solo en cacahuetes fritos salados, no nos ponen aceitunas (otras mesas sí tenían ¿?), vino casero con gaseosa para beber y elegimos:
. tapa de sangre con cebolla: muy buena calidad y perfecto punto de fuego en la sangre y en la cebolla; llegó para postre cuando la pedimos de inicio.
. bocadillo de la casa: su especialidad (hay, aunque no siempre te la ofrecen) es de guiso de longanizas con setas pasas y cebollita en salsa de reducción con mistela y se termina rellenando con patatas fritas caseras recién hechas. Sin duda un bocadillo que merece la visita. Muy recomendable.
. bocadillo de tortilla de patatas con anchoas: referido como muy notable.
. bocadillo de longanizas con col frita: un clásico del esmorzar, referido como muy bueno.
El pan proviene de un horno clásico de la zona, la tahona del abuelo, y es de muy buena calidad, tiene formato media barra y el relleno es de buen nivel. Los bocadillos vienen envueltos en un papel servilleta.
Coincidimos en una primera ronda de cremaets que no dejó mucho recuerdo y que aún así repetimos cremaet, café y copa de brandy para alargar la sobremesa ya que la presión de clientes había ya bajado.
Aquí no hay precio esmorzar popular, cada pedido se cobra por aparte. Solo los cacaos fritos van por cuenta de la casa.
de la casa
longanizas
anchoas
tapa
cremaet
comedor
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