Hacía al menos ese tiempo que no iba al Aq, la cocina me gustaba pero el trato al cliente no tanto y por este motivo escogía otros lugares. Últimamente había oído elogios de personas de mi confianza y casi por casualidad fuimos la otra noche. Me llevé muchas sorpresas: la 1ª el cambio radical de disposición del local, con protagonismo de la cocina que ocupar prácticamente el centro del mismo; también la decoración ha variado un montón, ahora es más luminosa y juvenil, huyendo de los tonos oscuros. Se apunta a las tendencias de muchos restoranes sobre todo en CentroEuropa de mesas sin mantel pero con cuidado menaje.
El espacio entre mesas es suficiente, hay una barra pegada a la cocina para poder comer observando el trabajo, nosotros estuvimos en una mesa enfrente.
La atención ha mejorado mucho respecto la etapa anterior, se alterna personal veterano con otro mucho más novel al que se le echa en falta un poco más de rodaje, pero al menos es amable y no marca tanta distancias como antaño.
El cambio llega también a la carta, ahora se basa en raciones para compartir la mayoría y mantienen algunos platos ya clásicos y muy elogiados de la etapa anterior. Se agrupan en originales apartados: individuales, crudo-frío, frito, asado-brasa, wok, tradición y dulces.
Escogimos bien recomendaos por la Maitre unas estupendas croquetas de calamares en su tinta -sabrosas y contundentes-, el falso ravioli de gamba de TGN al ajilo -fresco y sápido-, una sencilla pero muy rica ensalada de Tomate ECO La Magalla, un original rollito vietnamita de langostino, las patatas bravas en lingote con romesco picante y allioli-versión muy conseguida-, el coulant de pulpo con patata huevo y butifarra -un mar y montaña quizás su plato más conocido- y una presa ibérica con berenjena, tzatziki y especias. Este último el que menos me gustó.
Sólo pusieron pan con el tomate, mejorable.
De postres pastel de chocolate con toffee y helado y maracuyá con yogurt y melón.
La carta de vinos la encontré un poco corta, predominio de vinos de la zona y presencia muy escasa del resto, por contra dispone de vinos de aperitivo, cavas y dulces elegidos con criterio y prácticamente ausentes en Tarragona. Precios muy correctos, buena conservación del vino, copas de calidad, no me lo dieron a catar cosa que eché en falta.
Con 4 cervezas, 2 botellas de vino, agua y 1 café no llegó a 41€ por cabeza.
Pienso a día de hoy ofrece algo diferente y original en la ciudad, los cambios han sido para bien y no tardaré tanto en volver.