Tras pasar la mañana visitando la ciudad de Miranda de Ebro en su parte antigua pasamos a la zona de expansión y, aunque cercana al río, está este local, pequeño en tamaño pero grande en cocina, muy luminoso por las cristaleras a la calle. A la entrada la recepción pequeña y armario para abrigos y a la izquierda la sala donde la cocina ocupa la mitad del espacio dejando el resto de espacio para unas siete mesas anchas, bien separadas, sin mantel. El resto ya se ha descrito muy bien en el anterior comentario.
El servicio en sala fue llevado por dos personas para atender las dos parejas que estábamos ese día. Por supuesto fue académicamente impecable aunque con sensación de distancia algo mayor de lo deseada.
La carta de bebidas es muy amplia aunque me parece que en el tema de vinos por copas se queda algo corta para lo que ahora puede ser más habitual como en nuestro caso que la parada fue para comer y seguir ruta. Me decanté por un vino generoso Fossi amontillado (8€), luego una copa de blanco Zuccardi torrontés 2023 (6€) algo demasiado joven y de acidez presente y una de dulce Island Rich Reserve sewett 5 años de Vinhos Barbeito (6€), un precioso vino dulce de Madeira con cierta acidez y que me sorprendió su poca nariz, para el postre. Una botella de agua filtrada por cortesía de la casa, completó la fiesta.
Para comer hay dos menús, nos quedamos en el corto (80€) y no se cobró el pan, que en realidad fueron dos panes y afortunadamente los trajeron en la segunda parte de los pases porque el ansia nos hubiera hecho comer en exceso por lo bueno que estaban.
Sin sentarnos nos pasaron a la barra para los dos primeros pases donde Miguel, el jede de cocina, nos explica que quieren mantener ese hábito de barra de su gastrobar de origen (Roca) en la plaza cercana, de la que fueron saliendo el fondo creativo y técnico hasta llegar a su situación actual de merecidos premios: estrella Michelín y sol Repsol.
Los pases del menú:
. caldo de setas con espuma de jamón ibérico: un caldo de boletus denso, sabroso, potente, bien caliente. Para resucitar.
. croqueta de jamón ibérico: cubierta crujiente con su interior semilíquido con buen sabor de jamón.
. buñuelo de morcilla: un bocadito elegante, sabroso, intenso con morcilla de la ciudad en guiso tradicional. Perfecta elaboración.
. tartar de ciervo y caviar: tartar de carne de cierno y caviar Amur Osetra, curiosa mezcla pero que sus potencias se mantienen equilibradas entre el dulzor de la carne y el salado de las huevas; se presenta en un mini cornete.
. piñón, sorbete de pino y nuez: sobre el plato el monte que rodea a la ciudad, con la presentación de piñón en texturas: tostado, en espuma montada y a la crema; sobre ello y en mesa se ralla nuez en abundancia; añadido un sorbete de hojas de pino infusionadas. Platazo creativo aunque menos intensidad de sabor de lo esperado y deseado (falta riesgo).
. ostra, escabeche de pimiento, calabaza y curry rojo: perdida la ostra natural entre la emulsión del pimiento rojo escabechado; hay chalota encurtida, dados de calabaza tostada con mantequilla y granizado de curry rojo dando muchas texturas y temperaturas con sabores potentes pero equilibrados.
. guisante lágrima, calamar y cerdo: se compone de dos partes, por un lado un snack crujiente de cerdo que se acompaña de tartar de calamar y espectaculares guisantes lágrima; la otra parte y más importante, contiene más guisantes lágrima (muy al dente) hechos a la llama y cubiertos con un velo del caldo de calamar y terminado con una salsa de las propias vainas del guisante como sopa a la antigua. Maravilloso en todo: presentación, elaboración, sabor, producto...
Aquí se incorpora el primer pan hecho en el local con masa madre y doble fermentación de harina de trigo y centeno acompañado de diferentes semillas; se acompaña de una degustación (escasa) de un aceite premium de proximidad Carpeum AOVE multivarietal (empeltre, royuela, machona y arbequina) tan orgánico y ecológico como suave y poco intenso sin amargos ni picantes; se remata con una mantequilla ahumada terminada con ceniza de puerro; las partes sólidas (pan y mantequilla) de muy alto nivel.
. tortellini de fritada riojana, chorizo ahumado y huevo frito: sorprende la presentación del chorizo a modo de joya en almohada de rey que da presencia al plato que sigue y que consiste en pasta fresca rellena de la fritada y acompañada del chorizo de elaboración propia de la cabeza del cerdo y preparado al dente (como la pasta); se completa con un aire de huevo frito. Sin ser muy creativo, tiene sabor y algo más de potencia que quizás es muy variable en unos y otros platos. Muy bien.
. lubina, beurre blanc y acelga: buen lomo de lubina con la piel perfecta para poderla comer y con un punto de cocción extraordinario; la salsa francesa hecha con mantequilla y vino oloroso de Xérez; en el fondo del plato un tartar de la penca de acelga y se remata con aire de la propia acelga. Productazo y ensalzado por los complementos.
. carne de vaca madurada con costra de especias, canelón de boletus y cecina: pequeña porción del lomo de vaca en un punto de fuego perfecto (tricolor) dejando el exterior rodeado de las especias; el canelón de boletus relleno de cecina.
Aquí entra el segundo pan también de elaboración propia de masa madre y con orejones y pistachos; corteza dura, miga algo más compacta que el anterior (¿solo una fermentación?). Para llevárselo entero a casa. No hay relleno de aceite.
. mandarina, chocolate blanco y jengibre: un postre buscando no cargar de dulzor (luego vienen los petits fours) donde predomina el cítrico de la fruta en espuma y los pequeños gajos en el fondo; sobre ellos la compañía del helado de chocolate blanco y cardamomo. Logrado.
. petits fours: 3 bocaditos especiales que se hicieron esperar, consistentes en tiramisú, fresas con chocolate y bombón de caramelo y cacahuete. Todos ellos de buen nivel.
Un buen café expreso e infusión de manzanilla y algo de sobremesa, por aquello de bajar niveles de alcohol, fueron un digno final de comida y de casi final de viaje. Un alto en el camino en Idiazábal para comprar souvenirs y a Soria (última parada).
piñón
croqueta
caldo
guisantes
aperitivos
ostra
Erre de Roca es un gran restaurante en el amplio sentido de la palabra y las razones son varias. Alejandro controla inmanente la sala desde la cocina visible y abierta. Su cocina tiene un estilo y una tendencia y por lo tanto tiene personalidad. Domina el sentido integrativo de los contrastes, la sensibilidad cromática y el manejo preciso de la técnica y del producto. Todo ello no resultaría sin las tres personas que controlan la sala a la perfección . Sin concesiones fáciles , sin falsedades , con eficiencia y eficacia, el servicio de la sala es perfecto , así como la cadencia entre platos , sin apenas solución de continuidad. Carta de vinos ampliable en número y reducible en precios en mi opinión , Servicio impecable del mismo. Se cuida la vajilla que se dispone sin mantel .Se cuida la cristalería, aportando elegancia y distinción a la mesa desnuda. Menú de 90 euros , donde no se cobra agua ni pan , más que notable. Como decía la cocina es distinguida , elegante , equilibrada , quizás le falta un punto de potencia en sabor y en estímulo...
Le gustan los contrastes finalmente equilibrados de sabores y texturas , pero sin afectar a los gustos de cada producto, que distingues casi sin esfuerzo, todo un logro , visto lo visto.
Una buena experiencia , un restaurante sin grandes alardes , pero total e integral , por su cocina , servicio y profesionalidad
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