Premio Cacau d´Or 2020 al esmorzar hacen que sea una visita obligada para aquellos devotos de esta religión. No importa si hay que hacer kilómetros porque como decían em la tele: "si hay que ir, se va".

El local es pequeño y de forma triangular con columna em medio lo que complica toda la distribución de mesas: al fondo izquierdo la barra de servicio mas la entrada de cocina que la separa de un pequeño comedor reservado para 6-8 comensales que lo hace muy interesante para poder aislarse del ruido de un local con poca parec que absorba el ruido que hacen los clientes (frase mítica de un triestrellado local de Denia); alucinante es la entrada al WC en medio del comedor y a modo de puerta corrediza de un salón pero con ventanita superior para ver si está ocupado (por la luz reflejada) y que tienes la sensación de entrar en una cabina espacial que te llevará de regreso al futuro. En compensación hay una terraza, sí terraza, exterior en un lateral de un pequeño parque ajardinado; hoy hace frío por lo que me quedo dentro en la única mesa de la que se acaban de levantar los paisanos, casi todos de edades avanzadas; sí porque aquí el único con pinta de turista soy yo porque todos se saludan y por supuesto saludan a Tomás Blay, y a quien creo es su pareja, Inma, la jefa de la barra; llevan currándoselo desde el 2014 y sus amigos dicen ue debería llamarse Ca Inma; por algo será.

Mantel de papel nuevo con el cambio de clientes ya que las mesas, de buen tamaño, duran segundos libres. Rápidamente se encarga la bebida consistente en vino, un  facilona monastrel de L´ermita de les Ânimes y gaseosa valenciana de La Revoltosa con potente gasificación; un repaso a la carta plastificada mientras te llega el gasto consistente en una excelente ensalada valenciana (en lugar del cuenquito de aceitunas habitual) con su lechuga tomate cebolla aceitunas y piparras, más unos básicos cacaos salados sin corteza, mejorables.

Hay bastante variedad de bocadillos divididos en dos, no por el habitual tamaño del bocadillo porque aquí es único, sino por la calidad y cantidad de los ingredientes. El elegido fue el (con perdón) "putada" con ternera sobrasada bacon y pimiento, con buenas materias primas y puesto en un pan tostado de poca miga y abierto en dos partes (incomoda el comer) con ingredientes bien integrados y distribuidos. La lástima es que el bocadillo es llamativamente pequeño por ser un par corto y estrecho que además es tipo más bien como brioche de consistencia y sabor; procede del horno de José Luis del parque Pere Crespins.

Tiene premios a platos especiales de la zona como l´espardenya, arroz alcireño (está incluido en el menú diario de los miércoles) del que es un recuperador histórico del siglo pasado, y algún otro premio. No lo tiene pero lo merece (para mí, más que el propio bocadillo) un magnífico cremaet de corte clásico pero preparado como uno de los mejores que he conocido incluido el hecho de servirlo a una temperatura de casi quemando; tuve que repetirlo y aún estaba mejor. Tienen cassalla y herberos pero hay que conducir de regreso.

Creo que volveré a por esos platos especiales para comer, incluso su famosa tapa de bravas, pero no para almorzar.