Venta Pinto.

... pendiente del año pasado. Ese lugar en el margen de la carretera en el que tantos coches había parados y que parecía una especie de parada de postas entre la tupida vegetación de la zona.

Mucho más grande en su interior de lo que parece desde fuera. Barra amplia, salón grande y un patio interior que debe ser bien fresquito en verano.

Lugar clásico, servicio profesional en el sentido más clásico de la palabra; cercano y amable como es tónica general en el lugar.

Acomodado en el tranquilo patio, una copita de Zuleta (plano como los pinreles de un airgamboy) para acompañar la tapa de papas aliñás que te sirven como buenos días.

Vamos con algo tradicional: Salmorejo. Ración de madre. ¿He dicho madre? No, ¡ración de abuela! Sólo faltaba que dijeran: ¿Te has quedado con hambre? ¿Te frío un huevo? Un cancarro de salmorejo de tamaño más que considerable y de guarnición como en una boda gitana. Muy hogareño.

Tenia marcado que este año tenía que probar la carne de retinta. Al lío, entrecot de idem al punto. Venía acompañado de guarnición de verduras. Ooooye que estaban bien hechas. Quiero decir, que no estaban pasadas de cocción ni nada por el estilo. Punto impecable. Y oooooye (sí, otra vez oooooye), que la carne estaba al punto de verdad. Acostumbrado a decir al punto y que importe un comino, porque luego llega la carne como les sale del barbuquejo, el que llegue una carne al punto solicitado fue toda una sorpresa.

La comida fue con una copa de Solear (me refugio cosa mala en esta manzanilla) y agua. De postre, té verde.