Cocina filipina y asiática

Local en Ruzafa donde afloran cocinas internacionales al abrigo de pequeños y sencillos espacios con proyectos personales de cocinas del mundo. En este caso, Nanay, chef filipina y su punky amigo Pau desarrollan una cocina callejera (pungko filipino) tan de modo e inspiradora a día de hoy donde lo importante son los sabores y las especias con base en productos (carnes, verduras, pescado) de bajo costo y elaboraciones básicas.

El local, en un chaflán, es pequeño con decoración llamativa en la puerta y en el interior a la derecha barra y cocina minúscula; a la izquierda mesas y sillas sencillas así como menaje y vasos o copas; mantel individual de papel y servilleta de papel tela. En el exterior las mesas y pequeños silloncintos de terraza son algo más vistosas que las clásicas de aluminio y hay espacio para casi duplicar mesas y en este cambio climático se hace muy agradable al menos a medio día.

Cuentan con la ayuda de un servicio joven pero trabajador, conocedor de los platos que salen a buen ritmo de cocina, con lo que duplicaran alguna mesa. La parte de vinos es escasísima (menos que cervezas) y se limita a 3 blancos, 3 tintos y un par de vermuts; pero hacen ¡agua de Valencia!. Eso sí que es fusión. Me quedé con Bandarra vermut tinto.

La carta de comidas, aparte de lo especial del día anunciado en pizarra en el exterior, también es sencilla y hecha para probar diferentes opciones como es costumbre en las calles de Oriente; las raciones y tamaño de platos también son más propios de Oriente que de Occidente (véase perímetros de cintura de Oriente y de Occidente y se entenderá el mensaje).

Lo probado: 

. samosa de lentejas: samosa rellena de lentejas guisadas y calabacín con una combinación de especias filipinas, acompañada de mayonesa de soja, setas y mayonesa de kimchi en el exterior; sabores y texturas diferentes. Mejor que bien.

. ngohiong: clásico rollito en versión filipina, de más pequeño tamaño, con carne picada bambú y remolacha complementado con una salsa entre dulce y muy poco picante; buen y escaso rebozado que parece que a penas tocó el aceite. Bien.

. croqueta de curry rojo: salió quemando sin avisar. Consiste en un buen rebozado exterior casi crujiente y nada aceitoso, con un interior meloso de berenjena pimientos y un curry casero de receta propia; ojito al curry que acumula picante conforme comes. Notable. Se sirvieron los tres entrantes juntos.

. brocheta de pollo: a base de pechuga de pollo con salsa de cacahuete leche de coco y coronada por un triturado de pistachos; hay que ver como meten salsas de fondo dulce con carne y van bien.

. brocheta de ternera: a base de ternera marinada con especias filipinas y servida en el mismo plato que la otra brocheta y en compañía de unas patatas fritas caseras queriendo ser crujientes. Cumplen y elegiría ternera.

. bao de pato: pan bao relleno de pato laqueado, pepino marinado, picada de cebollino y salsa de mango; de nuevo ese punto algo dulce de la salsa al que no estamos acostumbrados pero que contrasta bien con las carnes, especialmente con el pato. Notable.

. toron: busco un postre local aunque me dicen que la tarta de queso es casera y muy buena y me hacen dudar, pero al final me quedo con el toron que consiste en un helado de vainilla acompañante (no creo que sea filipino) de tres (¡asombrosa ración asiática!) rollitos de plátano -sí, también ardiendo, que ya es curioso que un postre salga quemando- con crema de cacahuete y yaca; la yaca es una enorme fruta que puede pesar hasta 20 kilos y con una mezcla de sabores tropicales (plátano, papaya, melón, mango, piña, manzana..).

Dejé aparte tartares ensaladas y tofus y fuí buscando una cocina recién hecha (casi todo quemaba como hacía mucho tiempo que no llegaba a mi mesa), especias distintas y sencillas elaboraciones y algún producto nuevo.

Mereció la pena conocerlo.