Donde diariamente se sirve el bufé, comidas y cenas a los huéspedes.

Muy bonita decoración en relación a los colores y motivos ferroviarios del resto del hotel. Espacio entre mesas suficiente, menaje de calidad, mesas bien vestidas, sillas cómodas y alguna de las mesas ocupa un sillón corrido todavía más confortable.

Recepción a cargo del maitre que acompaña a destino. 

La carta es con producto de mercado, bastantes guiños a producto aragonés, y también algunos ramalazos orientales. Hoja añadida con sugerencias.

Cené 2 noches seguidas y tuve oportunidad de probar varios entrantes y segundos.

Aperitivos de cortesía con presencia destacada del pichón los 2 días.

Muy sabrosas migas a la pastora, salmorejo, croquetas y cazón en adobo. Todos sobresalientes a destacar las croquetas de jamón, cremosas y en su punto de fritura.

Como segundos albóndigas de ternera en salsa de oloroso, canelón XL y merluza a la vizcaína. Sólo el primer día tuvimos sitio para el postre: lemon pie, rico. Raciones más que suficientes sin ser enormes.

Carta de vinos correcta pero no al nivel del hotel: no constan las añadas, quedan cortas las referencias y los precios son un poco elevados, si bien este aspecto puedo entenderlo porque -en mi experiencia-es norma de los establecimientos de categoría. Servicio de vino bien pero el nivel de las copas no, mucho mejor la de agua que la de vino, de marcas diferentes, un hecho inexplicable.

Atención buena, amable y cercana, si bien eché en falta que nos ofrecieran alguna bebida después de sentarnos, se hizo la espera hasta hacer la comanda un poco larga.

El único punto negro el pan, sólo de 1 tipo y me pareció que no guardaba relación alguna con el resto de la comida.

El precio con vino me pareció muy bueno en relación a todo: el lugar, la atención, la calidad de la carta,...56€ per cápita.