Local de barrio

Local situado al principio de la calle que lleva su nombre con un ensanche de acera que permite unas cuantas mesas de terraza; la parte interior dispone de una larga barra entrando a la izquierda con mesas a la derecha.

Manuela lleva más de 30 años con el mismo negocio superando adversidades, y aunque poco conocido también tiene una oferta de almuerzos. Su funcionamiento es el clásico de los barrios con menú del día mayoritariamente, junto a la opción de picoteo de tapas clásicas de bar más unos cuantos platos principales para pedir a la carta. No vi carta de vinos.

Venimos de fallas y alejándolos del centro (imposible ni acercarse a una barra y menos a una silla), siendo cada vez más tarde y aunque el almuerzo de la mañana aún está en la mente, algo habrá que comer; al ver una mesa libre en la terraza, decidimos arriesgar.

Mesas de terraza sin mantel, copas y cubertería y vajilla básicas como es de esperar. Servicio amable y eficaz, rapidez de cocina.

Unas aceitunas y altramuces más un cestillo de pan básico sobre la mesa llegó al momento. Pedimos para compartir al centro unas tapas, estando todas en buen nivel y que pedían pan para las salsas, lo que ya es buena señal:

. sangre con cebolla

. calamares

. patatas bravas

. albóndigas guisadas con tomate

Sin duda lo más caro (y deseado por llevar varias horas de caminata) fueron las 4 jarras de cerveza de presión, muy buena y bien tirada que nos tomamos al sentarnos y que luego ya ampliamos con cañas. No hay nada mejor cuando la sed (y calor) aprieta que medio litro de cerveza muy fría de golpe a la salud de San Patricio (ayer no nos dió tiempo de celebrar su onomástica).

Rematamos con cremaets, bien preparados.