Local en el centro de Peñafiel con una disposición tubular, con una barra en el lado izquierdo y mesas para llegar a un fondo en que se abre un espacio algo más amplio y que allí nos ubican a los veremeros de visita por la DO Duero dejándonos un precioso espacio aislado del resto del local; lástima que el tamaño no fuera mayor para haber acogido a unos cuantos más colegas.

Estupenda elección en la que permiten traer nuestra  botella de sobaquillo a la cena y eso que aquí (o quizás por eso) se cuida bien el tema de los vinos. Una cocina más moderna que vino bien entre comidas y cenas más clásicas de la zona (asados...).

Las mesas y sillas de madera, cómodas, se adecuaron para un mayor volumen de asistentes partidos en dos mesas largas pero que aún así permitieron el intercambio de fluidos (léase vinos) durante la cena. No había manteles pero sí buenas copas y una decoración que transmitía elegancia.

Menú pactado con anterioridad, con raciones en general más que bien. El servicio fue muy bueno y el cuidado de los vinos que llevamos muy notable con especial dedicación al viejete que llevé, cuidado como sus años merecen. El tema de vinos, como siempre en estos casos, es una sucesión de probaturas sin orden ni control; vamos una orgía de vinos.

Lo que comimos:

. aperitivo de la casa:  edamame para comer chupeteando y acompañado de un pequeño coctel basado en la lima (zumo) y el jengibre con un toque de vodka.

. ensaladilla de gamba blanca con su coral: una versión muy creativa de lo que sería una ensaladilla rusa con ingredientes supernovedosos pero que conjugaron bien.

. pan hokkaido de lechazo y chutney de uva: pues a pesar de llevar lechazo de medio día, gustó y mucho; a modo de mini bocadillo de un buen pan, lechazo desmigado y bien salseado más el complemento refrescante de la uva. Muy bien.

. croqueta melosa de jamón: en la croqueta lo importante es crujiente por fuera (aquí poco) y melosa y sabrosa por dentro (aquí más que bien).

. mollejas de lechazo encebolladas: una forma diferente de presentar una buena materia prima; se cortan en pequeñito se saltean con cebollita y pimiento para comer con cuchara. Me gustaron.

. arroz meloso de pato y foie: el arroz era un rissotto sobre el que se había puesto en el último momento encima como decoración un agradable foie y unos cortes de pato muy sabrosos. Del arroz no comentaré nada positivo.

. pescado de temporada: preciosa presentación y emplatado de un lomo de corvina, creo recordar, en perfecto paso por plancha; en la base un caldo de garbanzos y flores.

. croissant de rabo de vaca con bearnesa: excelente planteamiento con texturas, sabores y hasta colores contrastados para comer con la mano como si fuera el desayuno: morder y mojar. Platazo.

. lemon pie: perfecta ejecución y bien de sabor con cada elemento presente; se termina con una infusión de vodka con pieles de limón. Más que bien.

Rematamos con algunos infusiones y cafés con unos buenos petits fours con presencia un producto local, el florón, y de una roca de chocolate que se agradece como punto final y que permitió una larga y amena charla en buena compañía.

El tema de vinos fue amplio y aunque procuramos conocerlos todos, algunos se escaparon entre tanto ir y venir. Los cadáveres que quedaron fueron las siguientes botellas: Neo Punta Esencia, Caudios 2018, Caballero Zifar, Colet Navazos reserva 2017, Tintoralba, Magna Vides 2020, La bota de Amontillado nº 96, Clos du Cellier aux Moine premier cru 2019,  Sildegandishof Reinhessen, Domaine Rolet arbois 2014, Más féliz que una perdiz, Chablis Tête d´Or 2018, Dominio de Loalva selección especial, Tameran 2020 malvasía y Tameran 2020 vijariego blanco, Pierre Petelet champagne, Extremis 2020, Can Rafols dels Caus, Paraje Valdelacueva, Muga reserva 1981, D´Oliveiras un Madeira de 10 años, La bota florpower 114 de Navazos, Goya de Delgado Zulueta manzanilla en rama, El Lebrero y alguno más, de los que en negrita destaco los que más me gustaron.