Local en un barrio, cocina de nivel

Un muy pequeño local, apenas 14-16 comensales en 5 mesas estrechas y altas, con un espacio en forma de tubo y una barra que ocupa gran parte del local donde se cocina sin parar, pero con una dedicación y saber hacer de buen nivel por parte del proyecto personal de José Gagliardi y Mihaela Sova que después de pasar por cocinas como Makin Café o La Sucursal, arrancan en el barrio de Ayora (zona poco gastronómica y de poco tránsito peatonal) con una cocina más allá de la fusión de orígenes italianos o rumanos porque los días de ¿descanso? los emplean en su huerto y por ello tienen sobre todo platos con productos de temporada presumiendo de "cocina sin guión, además un pan, muy buen pan, de elaboración propia. Por todo ésto y porque tampoco se trata de langosta ni wagyu, los precios son muy comedidos. dándole más atractivo si cabe.

La decoración es bonita, bien cuidada con una extravagante pintura del calamar gigante pero cuidadas desde las lámparas hasta la cerámica antigua de los ladrillos de la barra. Son mesas desnudas con sillas altas alineadas en fila desde la puerta hasta los baños en paralelo a la barra más otra mesa, la mayor, la del calamar (hasta 6 comensales) a la derecha de la entrada; lástima que no invitan a sobremesas largas porque allí la clientela son casi todos del barrio y conocidos clientes en su mayoría.

La carta de vinos no es amplia y con un estrecho margen de variedad de precios (17-23€) como corresponde a la demanda clientelar, pero es cualquier cosa menos monótona o clásica. Hay 7 blancos y un cava más otros 8 tintos que van cambiando con frecuencia; precios x2 aprox. Buenas copas para el vino con un servicio básico de descorche y poco más. Tomamos una jugosa monastrell de Jumilla Remordimiento 2021.

La carta de comidas son una selección de platos alejados de los tópicos tapeos, que varían según manda el campo y que son platos, la mayoría, para compartir entre dos (como las mesas) con una ración correcta para la idea; la vajilla es bonita y variada. Hay también un menú del día laborable con aperitivo, entrante, arroz del día y postre.

Lo que comimos dos veremeros de pro si no como comida navideña de empresa, sino como despedida del año:

. encurtidos por cortesía de la casa: destacar el tomate en vinagre, muy valenciano y poco frecuente.

. croquetas de pollo: buen tamaño (dos bocados) crujientes y tersas por fuera, cremosa y con trocitos enteros de pollo guisados con salsa romescu y escalibada; y besamel la justa. Muy bien.

. pan indio relleno de titaina, hierbas y lima: crujiente como una oblea y fino casi como ella pero en su interior una fina capa de titaina mezclada con hierbas y lima; acompaña una ensalada cortada en finos tacos y un aliño que apunta a oriente. Original y sabroso.

. puerros, jamón y alcachofas fritas: puerro (plena temporada) asado, jamón de recebo, mini alcachofas (recuerda a Camarena), queso cremoso, tomates cherry, confitura de tomate (¿seguro que no ha estado en Camarena?), salsa de membrillo y pistachos. Plato lleno de texturas, contrastes de sabores -dulce, saldo, crudo, asado- con productos de temporada... y todo equilibrado sin que nadie quite protagonismo a nadie. Muy recomendable.

. principal: costillas de cerdo laqueada con calabaza pepino encurtido y cacahuetes: sobre la base del puré de calabaza, un par de buenas piezas de costilla casi del todo deshuesadas jugosas, carnosas y que se contrastan con la acidez del encurtido y la textura del fruto seco contrastando sabor dulce de la calabaza y salado de la carne con su ajustada grasa; acompaña un detalle de ensalada con palitos de manzana verde; un par de lonchas de ese pan propio para mojar en esa salsa melosa de la cocción de las costillas. Muy bien.

. tarta de almendra: una estrella de la casa con almendra como si no hubiera mañana en la tarta y en la cobertura con una textura como la clásica coca de llanda valenciana, a modo de bizcocho; además la presencia de un sifón de merengue mejorable y unos higos confitados notables. Sobresaliente.

. postre de chocolate: un bizcocho con toffe mango y nueces caramelizadas con un punto perfecto de dulzor sin excesos aportando frescura el mango. Bien.

Se nos quedaron para otra ocasión el taboulé de salmón, los mejillones en escabeche, el calamar con tocino, la tarta de queso... Salimos convencidos de que hay que volver.

Nos ofrecen chupitos de la casa pero preferimos subir el nivel de los mismos: moscatel Alambre y cream El Maestro Sierra. Bien merecen una larga sobremesa y repetir visita, pero el más que difícil aparcamiento y las sillas poco cómodas no son problemas menores.