Decepcionante

Can Rusiñol es el nuevo nombre que adoptó hace casi dos años el que en su día fue Cau Faluga ubicado en la que otrora fuera la colonia textil propiedad de la familia Rusiñol, el entorno del restaurante conserva sus cuidados jardines, y en la sala solo han cambiado algunas de las antigua fotografías de la colonia por modernos cuadros presumiblemente a la venta.

Al frente del restaurante está Cucho Puig quien entre otros restaurantes fue chef ejecutivo del grupo Asador de Aranda y de Masia Can Cortés, mi percepción de estos restaurantes es de masificación y donde probablemente los platos se preparan “industrialmente” y solo se tienen que calentar a la hora del servicio, y esta es la línea que deben seguir en Can Rusiñol

En la sala solo están montadas las mesas que hay reservadas, vestidas con mantel blanco y servilletas de tela también blancas, copas de vino muy mejorables, la carta muy corta es una hoja tamaño din A3 plastificada que ya de entrada me causó muy mala impresión, la de vino también en hoja plastificada y con muy pocas referencias, concretamente seis de vino blanco de las que curiosamente les fallaban dos de las que elegimos nos recomendaron uno de la D.O Penedés, no recuerdo el nombre ni hice la fotografía, el camarero que ejercía de jefe de sala nos comentó que era afrutado, es lamentable el desconocimiento demostrado, pues era un vino variedad 100 x 100 xarel-lo que precisamenteno no se distingue por ser afrutado, empezamos ya con mal pie. Servido con camisa fría, a la hora de la cata tenía la temperatura demasiado elevada y pedí una cubitera con hielo.

Pedimos para compartir

- Torreznos, muy crujiente la parte de la piel y requemada la parte del tocino hasta tal punto de que había desaparecido totalmente la parte grasa, una sola tira y troceada, incalificable, un desprestigio para el torrezno.

- Calamares a la andaluza, aceptables lo de “a la andaluza” tenía solo el nombre, el rebozado era muy grueso y con un tipo de harina que no es el que se utiliza para hacerlos con este estilo

Los platos principales

-Costillas de cordero a la brasa, no estaban hechas a la brasa, insulsas, de carne correosa y pasadas de cocción, acompañadas de patatas (que cobran con suplemento) las patatas son las mismas que sirven como patatas bravas evidentemente sin la salsa, todas aproximadamente del mismo tamaño, muy regulares, casi con toda seguridad congeladas y compradas ya precocinadas

-Lubina a la donostiarra hecha al horno, lubina de ración abierta y con pimentón añadido al refrito.

Postre

-Un tiramisú casero de baileys, aceptable

Dos cafés

Además del vino, una botella de agua osmotizada.

Servicio muy “justito” con un camarero que ejerce de jefe de sala y un ayudante, comentar que el chef propietario pasó mucho tiempo departiendo con una mesa de conocidos, obviando que en la sala había otras cuatro mesas ocupadas a las que ni se acercó.

Terminamos con dos cafés.

Evidentemente un restaurante al que no pienso volver y que por supuesto no recomendaré, es una lástima que con el entorno que tiene no se haya cuidado la elección del restaurador que lo gestiona el espacio.