Y eso que no era viernes santo...

Local situado a pie del puerto. Cuenta con una agradable terraza cubierta y un comedor interior no muy grande. Desde algunas mesas de la terraza se ve el puerto. Como pasamos a media mañana, reservamos una que tenía buenas vistas.

Solo dos camareros, que cumplieron muy bien hasta que empezó a llenarse la terraza, incluidos dos grupos bastante numerosos, y el interior. Ambiente ruidoso a partir de la llegada de los grupos. Buen menaje. Mantelería de tela. Carta bastante tradicional con preeminencia del pescado y el marisco. Carta de vinos no muy variada con precios x1,5 aprox. Servicio consistente en apertura, prueba y primer llenado.

Almuerzo ligero para dos:

- Consomé de pescado - Aperitivo muy rico. Templadito entró de lujo.

- Ensaladilla de centollo (22 €) - Estupenda, tanto de textura como de sabor. Le sobraban los adornos.

- Arroz con almejas (36€) - A pesar de su aspecto de dieta blanda, muy sabroso. Excelentes almejas.

De postre, una tarta tatin (6,50 €) algo heterodoxa, con mucha más manzana de lo habitual, acompañada de un helado normalito y una tierra que no encontré que aportase nada al plato.

Para beber, una botella de agua osmotizada que no aparece en la cuenta, una botella de Pazo de Rubianes García de Caamaño 2017 (32 €) servida a buena temperatura y con su cubitera, y un cortado (1,50 €).

Completó la cuenta un servicio de buen pan para dos (3,60 €).

Ya me gustaría tener algo así en La Barceloneta...

 

  • Aspecto de la terraza cuando llegamos.

    Aspecto de la terraza cuando llegamos.

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