Ni sí, ni no, sino todo lo contrario

Y es que, si me preguntasen si lo recomiendo, no sabría que decir.

Parada de regreso de un fin de semana en la playa, al no tenerla prevista, tiramos de guía, la cual definía el sitio "asador con brasa presidiendo la sala, caracoles a la Llauna, precio medio 25€, ". Prometía.

Situado enfrente dle Palacio de congresos, el exterior es extraño, por su estética, más próximo a un bar que a un restaurante, una vez dentro, el aspecto mejora, aunque parece ue sigue queriendo mantener cierto aire de bar, pese a no disponer de barra a la entrada. Tiene pinta de haber sido restaurado recientemente. Como bien dicen, la brasa/asador queda a la en primer plano en el comedor, dejándose entrever la cocina que hay detrás, techos decorados con azulejos de resultado aparente, el resto de la decoración brilla por su ausencia, ya que se aprovecha el espacio al máximo, mesas casi corridas. Servicio y personal (especialmente por parte de los que parecen ser encargados) seco y distante, nada que echarles en cara, eso sí, pero ni el más mínimo gesto de cordialidad, ni una sonrisa que poder "reprocharles".

Servicio del vino discreto en general, carta de diversidad razonable para tratarse de un asador, coperío flojo, temperatura del vino buena. Pedimos un Viña Pomal (11 €), y completamos con un 3/8 de Muga a más de 12 € para 6 personas (la carretera nos esperaba).

La comida, como se ha comentado ya es tradicional de asador, con algún plato añadido, pero las carnes (solomillos, entrecottes, codornices ...) a la brasa y asados, dominan la carta. De primero sacamos a compartir un par de ensaladas catalanas, normalillas para los 10 € que costaban, un par de revueltos de gambas (a unos 12€), que tampoco dijeron gran cosa, y un par de llaunas de caracoles (a 13 € cada una), que si bien estaban buenos, les sobraba algo de pimienta, y un alioli bastante insulso. De segundos, yo me decanté por el cabrito al horno (alrededor de 20€), en su punto, y buen producto, ración generosa (no como en los primeros, que para el precio andaban un poco justas), algo escaso de sal, y de nuevo un pelín sobrado de pimienta, acompañado de patatas fritas (¿¿??) y un par de champiñones a la brasa. En lineas generales entre correcto y bien, sin enamorar ninguno de los platos, por una cosa u otra.

Con postres (normaluchos) y cafés. 43€ por barba, casi sin vino, resulta tirando a caro.

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