Joyita en el centro de Alicante

Admiración mutua. Es lo que desprenden los equipos de los restaurantes Tula en Xàbia (Alicante) i Steki situado éste en la mismísima capital de esa misma provincia. Me explico. Hace apenas un par de semanas el tándem formado por Clara Puig i Borja Susilla, propietarios y verdaderos protagonistas de todo cuanto acontece en el estrellado restaurante de Xàbia compartieron en sus redes sociales en riguroso vivo y directo unas fotos y unos comentarios muy halagadores sobre visita al local alicantino. Aquí, a un gran admirador y seguidor de esta pareja, se le despertó la curiosidad y, poco después, pude disfrutar de una gran experiencia en dicho local.

Durante la velada, en conversación con Olivia Papachristou, encargada de la sala del Steki, descubrí que también ella y Fernando Gámez, el cocinero del restaurante, sienten una gran veneración por el proyecto de Borja y Clara, llegándolo a calificar como su local de referencia. Ciertas similitudes entre ambos quedan pronto a la vista para quienes hayan tenido la ocasión de estar en uno y otro lugar: la concepción de la carta y la idea de confeccionar un menú degustación al gusto del comensal (en ella figuran platos a compartir pero que después llegan a la mesa emplatados individualmente), la humildad y sencillez en la sala, el trato cercano y desenfadado…

Steki es el proyecto común que ambos ponen en marcha después de haber trabajado juntos en otros locales. De origen griego ella y mexicano él, ofrecen una carta al estilo mediterráneo pero con pequeños guiños a la cocina mexicana. Cada plato de la carta se recomienda para dos comensales. Al ser nosotros cuatro en la mesa pedimos dos unidades de cada una de las propuestas.

Antes de detallar lo comido y bebido, cabe decir que el local dota de cierto encanto por su ubicación en una callejuela estrecha y empinada del centro de la ciudad (zona poco concurrida por las masas de turistas), sus reducidas dimensiones (solo hay cuatro mesas de máximo cuatro comensales), su decoración sencilla, su luz intimista, la música jazz que acompaña la cena, el trato exquisito por Olivia y la otra persona que ayuda en sala, etc.

Degustamos:

- Foie, hibiscus, pistacho y shimejis (15,00 €): El foie se presenta en forma de bombones fríos cuyo resultado en boca es sedoso y agradable. Muy interesante el contrapunto ácido y dulzón de la salsa de hibiscus.

- Quisquilla, ajo blanco de turrón y frambuesas (16,00 €): Sin lugar a dudas, el plato que más nos gusto. Presencia del ajo, sin resultar intrusiva pero dejando su impronta, al igual que la almendra, pero con la genialidad de utilizar turrón de alicante en vez del fruto seco sin más. Muy chulo.

- Aguachile de emperador, coco y gambusín (18,00 €): Excelente. Sorprende el hecho que se prescinda del cilantro aunque, siendo fan como lo soy, no lo eché en falta. Plato fresco y provocador, no apto para quienes no gusten del pepino, eso sí.

- Mejillones en escabeche de azafrán (14,00 €): Calibre extraordinario del molusco con un escabeche elegante y ligero y el toque especial que le confiere el aire de azafrán con el que se corona.

- Vieira, berenjena asada y pesto griego (17,00 €): Otra combinación arriesgada que acaba triunfando. El leve toque a brasa de la berenjena y el pesto no consiguen llevarse por delante el sabor de la vieira. Disfrutando mucho.

- Presa ibérica de bellota, mole, boniato y sésamo (23,00 €): La carne, de una calidad indiscutible, pierde un tanto su valor al combinarla con un mole elegante aunque repleto de personalidad. Mejor juego da la cremita de boniato o el toque torrefacto que le confieren las semillas de sésamo.

- Taco de tinga con aguacate y chile chipotle (13,00 €): Una verdadera delicia. De los mejores tacos que jamás he probado.

- Torrija de hierbabuena, limón y ron (9,00 €): Postre muy original y vistoso con clarísimas reminiscencias de mojito en el paladar. No es una torrija al uso, para nada, pero resulta divertida su ingesta.

- Tarta de Chocolate, maíz, cacahuete y tequila (9,00 €): tampoco en este caso se atenúa en exceso el uso del tequila, cosa que resta algo de goloso y dota al conjunto de una originalidad que, personalmente, agradezco. Al más puro estilo de tarta borracha.

A lo largo de la cena tomamos unos vermuts i cervezas al principio, una botella de Gomariz 12, un treixadura sorprendentemente dulce que casó bien con los matices picantes en muchos de los platos, unas copas de Kerpen Weinhaus 1990 riesling aulesse, algún café y varios chupitos de tequila Don Julio lo que hizo subir considerablemente la cuenta final. La carta de vinos es bastante extensa y original. Denota buen gusto y una selección de propuestas poco convencionales.

Por último cabe destacar la magnífica atención por parte del equipo, siempre cercano y atento sin resultar nada intrusivo, complementando la experiencia gastronómica con varios detalles que demuestran preocupación máxima por el cliente. Sólo citaré uno: aquí el menda olvidó sus gafas para la presbicia en el coche y la propia Olivia se brindó a prestarme unas para poder ojear con garantías la carta de vinos. La sorpresa fue cuando acercó a la mesa un muestrario de gafas con diferentes graduaciones para que pudiese elegir aquellas que se adaptasen a mi disfunción ocular. Increíble pero cierto.