Situado al pie de la calle principal que recorre el pueblo, encontramos este restaurante que dispone de una amplia terraza con una parte cubierta para resguardarse de las inclemencias del tiempo.
Llegamos a la hora convenida y nos sentaron en una mesa en un rincón de la terraza, que vistieron mínimamente con un camino de mesa de papel. Carta enfocada al producto local tratado de manera tradicional.
Ambas carnes se acompañaron de un plato de patatas fritas "de verdad".
En cuanto a los postres, optamos por una buena tarta de orujo (4€) y por una esponjosa, ligera y cuajada tarda de queso al horno (4,50€). Un par de cafés completaron la refección.
En lo referente al vino, hubo que tirar del vino por copa porque había que conducir después. La oferta incluía un par de blancos y tintos gallegos y algún Rioja. Empecé con un Antonio Monteiro colleita blanco (2€) y terminé con El prohibido (2,50€), ambos satisfactorios. Copas decentes y temperatura adecuada.
Servicio eficiente y agradable.
Postres
Churrasco
Croca
Longueirón
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