Cerca de la playa de Seiruga y casi pared con pared con As Garzas, con el que comparte el concepto en cuanto a la edificación y las vistas del mar. Dispone de aparcamiento propio.
Llegamos a la hora acordada en la reserva y nos situaron en una amplia mesa en la terraza exterior, desde donde podíamos disfrutar de una buena vista del mar a la par que estábamos resguardados de los vientos que la recorren.
Carta centrada en el producto de la zona, con algunas concesiones a la innovación. Elegimos:
De entre los postres me quedé con el flan de café (5€), bueno como flan, pero en el que el café era un recuerdo lejano. Un par de verdaderos cafés (1,10€) lo compensó en cierto modo.
En cuanto a la bebida, dado que estábamos de ruta la prudencia aconsejó recurrir al vino por copa, y ante la disyuntiva habitual en la zona (Ribeiro/Albariño) me quedé con el Formigo blanco (2,20€/copa), agradable acompañante. Copas decentes sin más.
A destacar el buen servicio de la camarera, atenta a los detalles y agradable en el trato.
Pulpo a feira
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