Restaurante situado en la carretera que se dirije a Pomerol y Libourne, en un chateau que hoy en día es un hotel de lujo. Decoración algo recargada y ambiente algo "estirado". La cocina es un quiero y no puedo. Se intenta modernizar platos de la zona, pero el resultado (obteniendo buenos resultados, no es que se coma mal) queda algo desfasado en el tiempo. Hay un menú a a 40€. La carta de vinos es amplia y a precios elevados (Chateau Carbonnieux 1998 tinto 80€), copas bastante normales. 60€ /persona. Creo que no volveré.
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