La mar de a gusto

Cuando se rinde vista a uno de los templos gastronómicos de este país en turno de mediodía (de ello ya rendiré cuentas próximamente), siempre surge la duda de si uno estará para cenar y, sobre todo, cuál será el local que reúna las condiciones apropiadas. Se trata de buscar un sitio donde picar algo, de carácter informal y, sobretodo, con la finalidad de alargar una jornada que siempre resulta memorable. Quienes suelen compartir una experiencia así, salen siempre con ganas de valorar lo vivido, de intercambiar opiniones y de no separase tan temprano de los que han sido cómplices de una comida histórica.

Encontramos justamente eso en un local que, a priori, no suena aún con demasiada fuerza, pero del que estoy seguro que se oirá hablar en los próximos años. SiNoFos es un restaurante informal, con un toque canallesco y, si me permiten la expresión, con un aire de tugurio cool: unas pocas mesas bajas a la entrada y una amplia y larga barra con taburetes altos que puede llegar a albergar hasta casi veinte comensales sentados a uno y otro lado de ella. Música a volumen destacable, que no molesto, servicio a cargo de gente joven uniformada de forma moderna, cocina cara vista donde se trabaja frenéticamente a las ordenes del chef Marc Ramos, luz justita y una carta con la mayoría de platos para compartir son el resto de ingredientes que me llevan a aplicar tales calificativos.

SiNoFos abre todos los días de la semana excepto el martes, a mediodía y por la noche y, además, en algunos pases llegan a doblar el servicio. Todo parece indicar que les va bien, cosa de la cual nos alegramos. Concurrencia mayoritariamente joven, especialmente en el turno de las 22.30 en el que pudimos encontrar espacio. Buena recepción por parte del personal de sala que ayuda a que te sientas a gusto desde el minuto cero.

Nuestra cena-picoteo se compuso de:

- Chipirones a la andaluza con mayonesa picante: presentación vistosa con los cefalópodos colocados estratégicamente y de fritura impecable combinados con unas motas de mayonesa que SÍ picaba (no como en otros lugares en los que así se anuncia). Empezamos muy arriba.

- Sobrasada de Cal Rovira con miel: Llega a la mesa a temperatura templada lo cual facilita el untado de la misma en las ricas tostaditas que la acompañan. Embutido de sabor intenso que agradece la combinación con la miel que se sirve en su propio panal.

- Mejillones a la brasa: por su tamaño me atrevo a asegurar que se trata de la famosa clótxina mediterránea. El toque ahumado maquilla en exceso el sabor del molusco, pero ciertamente se trata de un bocado poco habitual que hace las delicias de la mesa.

- Níscalos escabechados: El escabeche de hechura equilibrada e impecable invita a rebañar hasta el fondo del plato. Sin embargo, tal como sucedía en su predecesor, tiende a enmascarar un tanto el sabor de las setas que, bajo mi punto de vista, jamás conseguirán hacerme disfrutar más que degustadas por sí solas, sin acompañante alguno.

- Careta de cerdo a la brasa: El nivel de disfrute alcanza a estas horas un grado considerable y este plato no hace más que acrecentarlo. Crujiente y melosa a la vez, como debe ser, esta careta provoca el aplauso unánime de quienes compartimos mesa.

- Lenguas de buey a la brasa: Tal como decía anteriormente, pocas preparaciones con setas pueden superar el nivel de las cocinadas sin acompañamiento alguno. Éste es el caso. Aunque no es una seta extremadamente sabrosa el resultado es excelente. A mi entender, mejor que los níscalos.

- Pluma ibérica: Producto bien seleccionado y una cocción en brasas clavada. El resultado no puede ser otro que la victoria. Top.

- Chuleta de vaca de Cal Tomàs: Para no repetirme, les remito a leer la valoración del plato que le precede. Joder como estaba esa carne, permítaseme la expresión. Fantástica la guarnición con unos cogollos a la brasa acompañados de salsa de soja. Top y retop.

- Torrija de Santa Teresa: el alto nivel mostrado a lo largo de la parte salada se mantiene en el postre: jugosidad y nivel de dulzor contenido. Bien jugado.

El tema del bebercio merece capítulo aparte. La carta es una selección de vinos singulares, naturales prácticamente todos ellos y de procedencia catalana mayoritariamente. David, el sumiller con el que congeniamos estupendamente, ofrece aparte otras referencias con lo cual la oferta es más que suficiente y altamente divertida para quienes quieran probar cosas diferentes. Tomamos:

- La bella Vinya d’en Carles – Oriol Artigas
- Troç d’en Ros
- Sortevera de Alonso Ramos
- Lo Vilero – Celler Galmés i Ribot
- Pícaro del águila viñas viejas
- Sicus cru blanc 2010

En definitiva, que no se pudo estar más a gusto. Comimos excelentemente, bebimos muy bien y en una línea totalmente opuesta a lo degustado a mediodía y nos trataron como a reyes. Está claro que, cuando el destino se lo propone, la vida te regala momentos tan chulos como éste. Para recordarlo siempre.