Buscando en internet algo apresuradamente, pasamos por delante de camino al Parador y decidimos detenernos a almorzar, sin saber muy bien dónde nos metíamos.

Situado en una terraza del Hotel El Castell de Ciutat de La Seu d'Urgell, aunque me pareció entender que no era su ubicación habitual. Elegante. Mantelería, vajilla, cubertería y cristalería de nivel. Mesas con separación más que correcta. Sillas cómodas. Servicio atento, aunque algo frío. Carta más bien tradicional con toques de autor. Carta de vinos muy amplia, con precios x2 y más. Servicio consistente en apertura y primer llenado.

Lo que iba a ser un almuerzo ligerito en pareja, se convirtió en algo más. Empezamos con unos entrantes para compartir:

- Carpaccio de calabacín, virutas de queso de l'Alt Urgell con aromas de tomillo y lavanda (13 €) - Menudo nombre para lo poco que duró. Ligero y algo insípido.

- Huevos estrellados con patatas doradas y papada de cerdo ibérico cocinado a baja temperatura (13 €) - Versión posh de los huevos estrellados con panceta. Contundente.

Como platos principales:

- Steak tartar de ternera cortado a cuchillo con tostaditas (22 €) - He de reconocer que la carne, a pesar de que la pedí cargadita de picante y además le añadí unas esferificaciones de guindilla, estaba muy sabrosa. El cocinero me comentó que era de Angus. Las tostaditas "sufladas", absolutamente prescindibles. Acabé comiéndomelo con el pan "normal".

- Lomo de bacalao con espárragos verdes y salsa holandesa (20 €) - Muy buen aspecto y, según mi esposa, muy rico.

De postre, no pude resistirme a la crema catalana con espuma de cerezas de Arfa (6 €). Nunca había probado dicha combinación y me pareció muy acertada, ya que la acidez de la espuma compensaba la contundencia de la crema catalana. Arfa es un pueblo cercano a La Seu d'Urgell.

Para beber, una botella de Can Ràfols dels Caus BNGR Rosado 2005 (36 €), servido con su cubitera, una botella de agua de 1 l. (3,50 €), un refresco (3 €) y un cortado (3,30 €) con petit fours (ricos).

El vino estaba amontillado. Pregunté y no había sumiller. Como me gusta el amontillado y el vino me pareció bueno, me olvidé del asunto y lo disfruté sin más.

Me molestó que, habiendo sólo una mesa ocupada cuando entramos, y habiéndose ocupado únicamente otra mientras almorzábamos, nos colocasen en una mesa en la que daba parcialmente el sol. Había sitio de sobra a la sombra.

Aunque comimos bien, nos dio la impresión de ser un poco pretencioso.