En nuestro periplo por la ruta jacobea pernoctamos en la ciudad de Estella (como a ellos les gusta autodenominarse), también llamada Lizarra. Preguntamos en el hospedaje donde podíamos cenar bien y nos enviaron allí. A la llegada, la terraza montada sobre la misma calle ya estaba completa y tuvimos que comer en el comedor interior. La decoración es sencilla y sin pretensión alguna, al estilo taberna con una amplia barra, envigado de madera y mobiliario del mismo material.
La carta está bien nutrida y decidimos compartir unas cuantas raciones entre los cinco comensales acabando con una carne trinchada al centro:
- Berberechos: buen calibre y buen cocinado. Notamos un cierto regustillo que no impedía su ingesta, pero que nos hizo pensar que no eran justamente del mismo día.
- Navajas: Mejores que sus predecesores. Muy bien.
- Mejillones: pensábamos que nos los servirían al vapor y resultaron ser con una salsa de tomate usada en exceso que no nos cuadró para nada.
- Rabas: Correctas, sin más.
- Bacalao al pil pil: Bien ligada la salsa y buen punto del pescado.
- Manitas de cerdo: Muy ricas. Buen producto y bien cocinado. Gustaron.
- Txuleta de vaca: Rica, con buen punto y excelente infiltración de grasa.
Tomamos cervezas y vermuts al inicio, un vino navarro variedad chardonnay de bajo coste que no disgustó, postres y algunos cafés.
El servicio fué amable y cercano, característica extrapolable a la mayor parte de lugares que hemos visitado en nuestro trayecto.
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