Se trata de un bar, el anterior Bar Jardín de Eliseo, donde mucha gente siempre ha ido a almorzar, especialmente a la hora de la pausa en el trabajo y mayoritariamente aportando su almuerzo (bocadillo) y tomando los consabidos cacaos, aceitunas y variantes, vino y gaseosa (o cerveza) más el carajillo o cremaet posterior. Por supuesto que tienen sus propias opciones para almorzar que también se aprovechan.

El local es lo que se espera: sillas y mesas antiguas y apretadas, mantel y servilletas de papel, servicio familiar rápido (las mesas pasan diferentes turnos desde primera hora de la mañana). Las copas, vasos, vajilla, etc son las básicas de hostelería.

Por nuestra parte aportamos nuestro almuerzo: un par de conejos al ajillo según la clásica receta del antiguo local de Venta Cabrera (familia de la cocinera), un referente en el tema desde los años 70s. ¿El secreto? Por supuesto buen conejo y los complementos de elaboración en el que destaca la presencia de vinagre (a dosis adecuadas) y la mezcla de aceite con especias y hierbas del monte; y hasta aquí puedo leer.

Añadimos una fuente de patatas con un poco de cebolla pochada y un huevo frito (demasiado sólido) por persona. Nos apuntamos a lo clásico: vino tinto sencillo con gaseosa, olivas con encurtidos y alguna guindilla (valentita), cacahuetes crudos y cremaet de brandy.

Algunos saludos a gente que hacía años no veíamos y una mesa compartida entre 3 que hace muchos años que estábamos por aquellos lares, cuando aún veíamos carreras de coches en el circuito que pasaba casi por la puerta del bar y por la puerta de Venta Cabrera que le daba el nombre al circuito. Años ha!!. Gracias al amigo que allí vive aún.