Se encuentra en medio de un pueblecito del Alto Tajo, una zona en la que las buenas opciones para comer escasean. Después de hacer una llamada para reservar, lo cual no está de más, porque aunque el local no es pequeño Alcoroches no pilla especialmente de paso, nos presentamos a la hora convenida. Comedor con decoración sobria, a medio camino entre el típico mesón y la modernidad, con mesas amplias y dispuestas con suficiente separación del vecino. Vajilla y coperío correcto.

La carta no es demasiado amplia, pero hay un poco de todo, lo suficiente como para que cualquiera encuentre algo de su agrado, pero sin que sea inabarcable para las pretensiones del lugar. Tras consultar con la camarera, nos decantamos para empezar por las bravas a su manera, una reinterpretación interesante del clásico. Se trata de un milhojas de patatas, con una textura crujiente, y que se acompaña de un alioli con aceite pimentonado. Buena presentación, original y gustoso (8€).

De segundo, a la vista de que la mayoría del comedor se había decantado por esa opción, nos atrevimos con un cuarto de lechazo asado (44€). Bien preparado, punto correcto de la carne, sabor suave y abundante salsa. Eso sí, la ensalada de acompañamiento un tanto escasa y tristona, apenas un cuenquito de lechuga con cebolleta.

Como postre compartimos una sopa fría de turrón (5,50€). A mí no me emocionó especialmente, pero a mi pareja sí que le agradó bastante. Completamos la comida con un par de cafés con hielo (1,30€ cada uno), declinando el ofrecimiento de un chupito por tener que conducir.

En cuanto al vino, la carta no es muy amplia. En tintos hay algo más que elegir (10-12), con incursiones en zonas cercanas de Aragón, pero los blancos, rosados y espumosos tienen una presencia testimonial. Nos quedamos con el Homenaje rosado (10€), cumplidor y que aligeró con su frescor el paso del cordero. Descorche y prueba y una cubitera con hielo para mantenerlo a su temperatura.

La atención del personal, amable y cercana, pero sin sobrepasar la línea del exceso de camaradería. Me pareció una buena opción teniendo en cuenta el nivel de la zona. No ofrecen nada extraordinario, pero le ponen empeño y sinceridad a la comida, y conseguir mantenerse en un lugar tan recóndito me parece reseñable.